Hay días que nos levantamos con mal pie y no acertamos ni de casualidad, convirtiendo en actos fallidos, equivocaciones y errores todo lo que hacemos. Estas situaciones nos lleva a recordar lo que popularizó Campoamor en su famosa comedia, injustamente olvidada; Cuerdos y Locos, y que dice así: “Pues como dice el refrán/ en esta santa mansión /ni están todos los que son/ ni son todos los que están”
A decir verdad, la realidad nos demuestra que en demasiadas ocasiones hemos de desconfiar de la locura de los cuerdos y depositar más nuestra confianza en la sensibilidad y la cordura de los locos. Lo cierto es que hay ocasiones que nos repetimos una y otra vez, “mejor que no nos hubiéramos levantado”
Muchas pueden ser las causas que no acertemos ni por azar, pero como sé que ustedes no pretenden que les haga un estudio sobre la etiología del sujeto que va de error en error, sino que reflexione en voz alta algunas de las cosas que a cualquier humano pueden sucederle para convertirse en el rey de las meteduras de patas continuas.
Imagínense, y esto sucede con frecuencia, que hemos de llevar a cabo una tarea y recibimos las instrucciones mal con normas ininteligibles o imposibles de realizaro somos rehenes de una incertidumbre por nuestra inseguridad o una presión insoportable que nos conduce al estrés, tendremos más posibilidades de no dar pie con bola.
Es muy importante el estado de ánimo y el entusiasmo con el que abordamos las diversas situaciones a las que nos enfrentamos. Si en lugar de hacerlo con un espíritu positivo, estamos del día a la noche y de esta al día quejándonos por todo y en estado de permanente de enfado, no les quepa la menor duda que nos estrellaremos en el muro del fracaso.
Otro de los caminos que no es el más conveniente para acertar y dar la respuesta adecuada a los problemas, son los gritos, los aspavientos, las agresividades, el perder los papeles, ya que habremos comprado todas las papeletas del juego del nunca gana.
Una de las tentaciones mayores de algunos seres humanos es sobrevalorarnos, pensar que somos casi infalibles y que en raras ocasiones nos equivocamos y si esto aconteciera siempre es debido a los deméritos de los demás, sin percibir que cuando adoptamos esta actitud, la estamos pifiando desde el primer momento y granjeándonos el rechazo de propios y extraños.
Y para ser esclavo de sus desaciertos, no hay mejor mal que la envidia, ya que la angustia que le produce el bien ajeno, le lleva al patón continuado hasta el descalabro final, entre descalificaciones e insultos hacia todo y todos.
Y no me gustaría despedir este humilde análisis sin apuntar hacia aquellos cuyo estado natural es instalarse en” el no dar pie con bola”, que camuflan sus sentimientos de egoísmo, que ocupan muchas horas en explicarte su problema pero no escuchar el tuyo, que suelen romper sus promesas con excusas que nadie puede creerse.
Son los insufribles que siempre quieren estar por delante de los demás, son los más guapos y listos, aquellos en los que no podemos confiar para que guarden un secreto, ya que basta que se lo pidas para que lo difunda a los cuatro vientos.
Y no nos olvidemos de los manipuladores que nos hacen creer que nuestras vidas dependen de ellos o de aquellos que tienen que ser el centro de atención de todas las conversaciones, si nos vacunamos contra esta tipo de gentes, tendremos muchas posibilidades de dar pie con bola.