El extremeño Emilio de Justo, con dos orejas y una gran dimensión de su toreo, ha puesto el verdadero argumento a la emotiva tarde de este sábado en Sanlúcar de Barrameda, en la que Manuel Díaz El Cordobés ha reaparecido en los ruedos cortando un solitario apéndice. Regresaba El Cordobés después de tres años sin torear por una lesión de cadera que le ha obligado a pasar hasta tres veces por el quirófano. Había quien pensaba que era el final de Manuel Díaz, que jamás volvería. Pero no. La lucha, el sacrificio, la afición y el amor por su profesión le ha hecho que ayer, tanto tiempo después, El Cordobés haya vuelto a enfundarse el traje de luces.
Es verdad que en su primero, un buen toro de Juan Pedro Domecq, muy noble y de embestidas muy templadas sobre todo por el derecho, le costó un poco a Manuel cogerle el aire. Normal después de tanto tiempo parado y con las lógicas dudas de cómo le iba a responder el cuerpo a la exigencia de volver a ponerse delante.
Pero el caso es que poco a poco fue cogiendo confianza y, aunque la faena no fue redonda ni quizás estuvo a la altura del astado, hay que reconocerle que hubo momentos muy templados sobre la diestra, amén de un natural suelto de exquisito trazo, un final marca de la casa en la que no faltaron desplantes o guiños al tendido y una eficaz estocada, que le valieron para cortar una oreja.
Y no hubo más trofeos para él porque el descabello no fue su aliado en el quinto bis después de una faena aseada desde el punto de vista artístico pero que subió de revoluciones como El Cordobés interpretó su famoso salto de la rana.
De Justo y Ponce completan el cartel
Más allá de la emotividad de la efeméride y de la vuelta de Manuel Díaz El Cordobés, el toreo en su sentido más grandilocuente brotó de los trastos de Emilio de Justo, que ya en su primero, un toro más venido a menos y más agarrado al piso que sus hermanos, dejó pasajes que evidenciaron una vez más el gran momento que atraviesa.
Firmeza de plantas, quietud, seguridad, temple y, sobre todo, mucha verdad por el sitio que pisa, por la manera tan de frente de hacer los cites, por lo ajustado que se los pasa (los toros) y por la hondura que quiere siempre imprimir a los muletazos.
Estos fueron los mimbres de su primera faena ante un toro que, ya está dicho, no le ayudó a estructurar una faena rotunda, pero en la que el toreo de Emilio de Justo emergió de tal manera que logró llegar a los tendidos, que disfrutaron de lo lindo, tanto que, tras una estocada fulminante, le premiaron con el doble trofeo.
La espada le privó de llevarse alguno más del muy manejable sexto tras otra faena en la que volvió a demostrar que está a otro nivel.
Completaba el cartel Enrique Ponce, que dejó momentos de buen toreo en su bravo primero y anduvo más justito con el exigente cuarto, que tuvo sus teclas y con el que el valenciano no acabó de estar a gusto. Tanto con uno como con el otro se mostró muy desacertado con los aceros dejando a cero su marcador de trofeos.
La plaza registró lleno de “no hay billetes”, al haberse vendido las 1.200 localidades habilitadas, el 25% del aforo del coso sanluqueño.