Hace escasos días fallecía Jaime de Armiñán, novelista, autor teatral, director de cine y, sobre todo, padre de Juncal

Domingo por la tarde. La luz vuelve a clarear el paisaje tras la lluvia. Los pájaros, nuevamente, despiden cantares mientras revolotean de copa en copa

Al final del callejón, una turbamulta de vecinos se agolpa en silencio

El pórtico de entrada permanece abierto. En la quietud de la plaza, su insinuación se convierte en una llamada que absorbe toda atención

Hace una semana, el calendario señalaba el Miércoles de Ceniza y, de momento, volví a sentir la preocupación de cada febrero

En esta mañana casi de primavera, regresa a mi mente aquella fiesta de cumpleaños

No hace mucho tiempo, nadie se vanagloriaba de su incultura como hoy en día ocurre

No sé si esta historia la he vivido o la he soñado, pero hace tiempo que me conmueve

Transcurre diciembre, y la ciudad está repleta de gente

Recuerdo aquella primera algarabía de luz, ese pulso perfecto, inalterable, perturbador que, para siempre, mantendría en hora el goce constante de nuestro latir

Ahora que las campanas están próximas a repicar con el lento toque a las cinco de la tarde y regrese una nueva y primera madrugada de diciembre

Va cayendo la noche. El ruido permanente que aboga el imperio de la civilización del bienestar va cesando en favor de la calma