En una jornada que se vio sobresaltada por los disparos que hizo un hombre cerca de la plaza donde varias horas después celebró una misa Benedicto XVI en Erfurt, sin causar daños personales y considerado un gesto de un desequilibrado que nada tenía que ver con la visita, el Pontífice denunció también que muchas personas quieren “liberar” la vida púbica de Dios.
El papa dividió su tercer día de estancia en su país natal entre Erfurt, en la alemania excomunista, una de las zonas menos religiosas de Alemania, y Friburgo, de amplia mayoría católica.
Ante unas 30.000 personas, el Papa dijo en Erfurt que el nazismo y el comunismo tuvieron para el cristianismo el mismo efecto que la lluvia ácida y que sus consecuencias, sobre todo en el plano intelectual y religioso, aún se perciben.
El papa Benedicto XI se mostró convencido de que los cambios del año 1989 (cuando se produjo la caída del comunismo) no estaban motivados sólo por el deseo de bienestar y de libertad de movimiento, “sino, sobre todo, por el anhelo de veracidad”.
Ya en Friburgo, el Papa afirmó que la verdadera crisis que atraviesa la Iglesia en el mundo occidental es una crisis de fe y que si no se llega a una auténtica renovación de la fe cualquier reforma estructural que se haga no dará resultados.
En un encuentro con el Consejo del Comité Central de los Católicos Alemanes (ZDK), importante organización del laicado alemán, el papa Ratzinger dijo que en “nuestro rico” mundo occidental y en la Europa del bienestar, el orden y la eficacia hay “mucha pobreza, tanto en las relaciones humanas como en el ámbito religioso”.