Realizar un ejercicio de imaginación es, sin duda, un desafío intrigante, especialmente cuando se trata de escribir un artículo periodístico. Sin embargo, la tarea cobra sentido cuando teorizamos sobre cómo podrían ser nuestros descendientes dentro de mil años.
Esta es la teoría que intentaremos explorar con la ayuda de la inteligencia artificial. Hemos solicitado a sistemas de IA como ChatGPT y Copilot que nos asistan en esta tarea, aunque debemos admitir que los resultados son tan inciertos como nuestro conocimiento sobre lo que ocurrirá en el próximo milenio.
Según Copilot, “los seres humanos del año 3024 podrían diferir tanto de nosotros como nosotros de nuestros ancestros de la Edad de Piedra”. La plataforma de Microsoft va más allá, teorizando sobre posibles avances futuros y mejoras corporales a todos los niveles: “La edición genética avanzada y la integración de tecnología en nuestros cuerpos han ampliado las posibilidades. Podríamos ser capaces de adaptar nuestra fisiología para sobrevivir en entornos extremos, tanto en la Tierra como en el espacio. Imagina una piel que cambia de color y textura, ojos que ven en un espectro de luz más amplio y músculos que se regeneran rápidamente”.
ChatGPT concuerda en gran medida con esta visión, sugiriendo que la modificación genética podría ser fundamental para definir nuestra apariencia futura: “La modificación genética podría convertirse en una práctica habitual, permitiéndonos no solo prevenir enfermedades hereditarias, sino también seleccionar características físicas específicas para nosotros y nuestras generaciones futuras. Las posibilidades, desde la estatura hasta el color de ojos, serían ilimitadas”.
Ambas IA también señalan un vínculo cada vez más estrecho entre humanos y máquinas. Los implantes y otros dispositivos podrían ser tan comunes como los teléfonos móviles de hoy. Proyectos prometedores como Neuralink de Elon Musk son solo el comienzo.
Copilot imagina un mundo donde “los implantes y prótesis cibernéticas sean tan habituales como los smartphones actuales. Extremidades robóticas que proporcionan fuerza y agilidad sobrehumanas, o implantes cerebrales que potencian nuestras capacidades cognitivas podrían ser parte de nuestra realidad”.
Mientras tanto, ChatGPT enfatiza la importancia de la IA en la fusión de lo tecnológico y lo humano: “La integración de la inteligencia artificial en nuestras vidas será cada vez mayor. Con interfaces cerebro-computadora más sofisticadas, es probable que los humanos del futuro estén más conectados con la IA, lo que podría influir en nuestra apariencia y capacidades mentales de maneras inimaginables”.
En conclusión, aunque no podemos predecir con exactitud cómo seremos en mil años, es posible teorizar. Existen innumerables variables externas que la IA actualmente no puede prever con la visión y lógica de la naturaleza humana. No obstante, es valioso tener un punto de partida para la reflexión y, en el peor de los casos, dentro de mil años lo descubriremos.