En un castillo ubicado en la sierra de Archidona, convertido ahora en el santuario de la Virgen de Gracia, vivía un alcaide moro, un batallador temerario, Ibraín Abad. Tenía una hija llamada Fátima de gran belleza y temperamento soñador. Ella mantenía relaciones secretas con un caballero cristiano. Ambos acordaron huir al campamento. Al poco llegó el caballero y la hizo montar en su potro. Los vigías moros, al percatarse de la situación, salieron en persecución de la audaz pareja con el objeto de capturarlos. Los enamorados decidieron subir a lo alto de ella y cobijarse, pero los jinetes moros treparon veloces, cerca de los fugitivos, y perdida toda esperanza, se abrazaron fuertemente en el borde del precipicio y se arrojaron al fondo del abismo. Los perseguidores, aterrados, regresaron al castillo para explicar al alcaide lo ocurrido. Éste, desesperado, mandó decapitar a los jinetes y a las esclavas que acompañaron a Fátima a la fuente.
Otra de las historias narradas por Barrero Baquerizo, don Trinidad de Rojas y por la poetisa antequerana Victoria Sáenz de Tejada, es la leyenda del Arco de la calle Nueva. Por 1680, residía en Antequera don Luis de Zayas, un hidalgo conocido por su buena posición y por la vida aventurera. Se casó con una pariente suya, pero este cambio de estado no consiguió apartarle de la mala senda. Quiso huir con la hermosa joven, y la buscó en el convento de la Encarnación. Al verlo ella sintió algo sobrenatural y rompió a llorar. El huyó, le faltaron las fuerzas y cayó. A su lado también caía desmayada su cómplice frente a la imagen de María. Como muestra de arrepentimiento construyó este arco.