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Sábado 30/11/2024
 
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Torremolinos

Torremolinos: las calles del recuerdo (4)

Torremolinos no es sólo turismo, fiesta, deportes, playa y sol. Es también arte, cultura, crisol de civilizaciones. En estas crónicas, Jesús Antonio San Martín, desarrolla lo más representativo del ayer y el hoy de Torremolinos.

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Entre los edificios más emblemáticos de Torremolinos se encuentra la Casa de los Navajas, en El Bajondillo. En 1991 la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía declaró el inmueble Bien de Interés Turístico. La Casa de los Navajas, auténtico monumento de un singular estilo árabigo-andaluz e inusitada belleza arquitectónica, edificación única en su género, fue mandada construir en 1925, según proyecto del arquitecto Francisco Fernández Fermina, por Antonio Navajas Ruiz, empresario dedicado al cultivo de caña de azúcar en Málaga. El material que decora el exterior de la Casa procede principalmente de Talavera de la Reina (Toledo). La decoración interior recuerda a la de La Alhambra. Los torremolinenses catalogan la artística edificación como una de las maravillas del Municipio. En 2001 fue cedida al Ayuntamiento por la familia Luque Navajas.
La calle que el municipio dedica a Antonio Navajas Ruiz parte de la del Bajoncillo, frente al declarado Bien de Interés Turístico que aquél construyó, y desemboca en el Paseo Marítimo. Antonio Navajas, que explotaba unas tierras que hoy forman parte del aeropuerto de Málaga y por las que pagaba arriendo al Marqués de Larios, era vecino de Churriana. Su sueño de edificarse una casa junto al mar se vio realizado cuando, en una visita a Torremolinos, descubrió un privilegiado terreno con agua frente a la playa de El Bajondillo, terreno que compró y sobre el que edificó su famosa Casa, que convirtió en su definitiva residencia. Por unas tres generaciones vivió en ella la familia Navajas, hasta que, años después de ser declarada Patrimonio Turístico, la cedió al municipio.
Uno de los personajes más queridos por el pueblo fue el párroco don Francisco Aparicio Díaz, que ejerció sus funciones religiosas durante treinta años en Torremolinos. Nacido en Jerez de la Frontera en 1915, consideró a Torremolinos su segundo pueblo y se desvivió porque sus feligreses tuvieran una vivienda digna, lo que le llevó a impulsar la construcción de doscientas cincuenta viviendas sociales, conocidas como "los pisos del cura", en la Barriada San Miguel. Merecidamente se dio su nombre a la antigua plaza de Río Aguavivas, cerca de la Casa de Cultura.
Otro sacerdote muy apreciado por los torremolinenses fue don Antonio Díaz Romero, párroco durante veintinueve años en la Iglesia del Carmen de La Carihuela. En 2001 el Ayuntamiento aprobó dar su nombre a la antigua calle Panamá, no lejos de la parroquia donde sirvió por casi tres décadas.
Personaje que contribuyó a que el nombre de Torremolinos sonara a nivel universal fue el escritor estadounidense James Albert Michener, que en 1968 dio a conocer su famosa novela "Hijos de Torremolinos", de la que se han impreso varias ediciones en diferentes idiomas. Nacido en 1907, escribió tanto obras de ficción como de no ficción. Su primer libro editado fue "Sucedió en el Pacífico", donde narra sus experiencias durante la Segunda Guerra Mundial. En 1948 fue galardonado con el Premio Pulitzer de novela. Varias de sus obras fueron llevadas a la pantalla. De su libro "Hijos de Torremolinos" extractamos la siguiente narración: "Una playa interminable. Montañas que la protegen del viento. No es una ciudad. No es un pueblo. Es algo que nunca se había visto en el mundo". El célebre escritor falleció en octubre de 1997. Al mes siguiente fue aprobado el nombre de su calle en Torremolinos, en la zona de El Saltillo. Un merecido homenaje al hombre que llevó Torremolinos a los confines del mundo.
En el mundo del deporte local, imprescindible es destacar la figura de Pedro Navarro Bruna, que en 1958 fundó el club de fútbol Juventud Torremolinos, el decano entre los clubes de la población y que ya cumplió sus bodas de oro. En 1997 el Consistorio de Torremolinos, en reconocimiento a la meritoria labor deportiva de Pedro Navarro Bruna, otorgó su nombre a la calle que discurre entre el Palacio San Miguel y el campo de fútbol El Pozuelo.
Entre nuestras calles del recuerdo destacan también los nombres de personas que tantos y tan efectivos servicios rindieron al pueblo y de las cuales no se poseen datos biográficos. Cabe citar las vías públicas dedicadas a: José Sánchez Rando, jefe de la estación de la Plaza de la Nogalera en los tiempos en que el tren circulaba por la superficie; Manuel de los Reyes Otero, que durante cuarenta años fue profesor de la autoescuela de Torremolinos; Juan Quesada Rosado, que ayudó a sus vecinos en las difíciles épocas de la historia; Antonio Alcalde Sánchez, fundador en 1948 de Maderas Alcalde; Antonio Márquez Muñoz, empresario de hostelería de La Carihuela; Antonio Tastet Díaz, abogado de la Junta Pro Autonomía de Torremolinos; Rafael Quintana Rosado, que empleaba gran parte de los beneficios de su negocio de dulces en ayudar a los necesitados, y que en su cortijo de El Moro plantaba árboles y viñas; Lisardo Mena, que a mediados del pasado siglo contribuyó con su columna del diario Sur al lanzamiento de Torremolinos como municipio turístico.

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