El bando del asedio

Publicado: 05/03/2021
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Bomarzo

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El tsunami de las elecciones catalanas y el desastre cosechado por el PP ha extendido la palabra crisis hasta Andalucía
"Lo supremo en el arte de la guerra consiste en someter al enemigo sin darle batalla"Sun Tzu, en El arte de la guerra.

El tsunami de las elecciones catalanas y el desastre cosechado por el PP ha extendido la palabra crisis hasta Andalucía alimentando tensiones entre la dirección regional del partido y el entorno de Pablo Casado, en parte porque al presidente de la Junta le interesa elevar su voz como barón ante las debilidades de un presidente nacional que necesita apuntalar su liderazgo y, para ello, requiere de mayor presencia en órganos de poder en los poderes territoriales. El PP, que era un mar en calma como quien sobre hamaca navega de crucero por el mediterráneo en agosto, se ha visto sacudido de pronto, sin previo aviso, por el tsunami catalán, por las andanadas amenazantes de Bárcenas cual pirata al asalto y por las disputas de liderazgos locales en determinadas provincias andaluzas; por las intromisiones de históricos como un Javier Arenas que se ha puesto muy nervioso ante la posibilidad de perder el poder y el control en una provincia tan esencial como Sevilla y más ahora caído a menos en sus relaciones con Madrid.

Los desencuentros comenzaron en Almería cuando Gabriel Amat, alcalde de Roquetas y ex presidente de aquella Diputación, rompe el compromiso de no presentarse a la presidencia provincial para cederle el puesto al actual presidente de Diputación, Javier Aureliano García, acatando una petición del entorno de Arenas y a pesar de las mediaciones de Elías Bendodo, que mantiene buenas relaciones allí tanto con el propio Aureliano como el joven alcalde almeriense Ramón Fernández. Amat amaga con presentarse y en esa misma clave se ha movido Arenas en Sevilla cuando intentó convencer a Virginia Pérez para que no se presentara a la presidencia, pese a que en sus orígenes ella era muy cercana a Arenas al ser la esposa del hermano de Ricardo Tarno, diputado del PP desde el 2008. Pero Virginia Pérez se ve que es mujer de carácter a las que no gusta bailar al son que la toquen y se fue a Madrid trasladando el deseo de Arenas de que se apartara para colocar allí, en principio, a Macarena Oneill, actual secretaria general de patrimonio cultural de la Junta en una consejería en la que con Patricia del Pozo al frente circula lo más enraizado del arenismo actual -muy en declive y más a tenor de los rumores sobre sus vinculaciones con Bárcenas y, ya se sabe, ante eso todos se apartan-. Pérez, a su vuelta a Sevilla, se puso brava y le puso fecha al congreso, anunciando su candidatura y desoyendo las peticiones del partido a nivel regional de no convocar.

La intención de Arenas, según cuentan, era en realidad otra porque es habitual en política lanzar un nombre para que remueva el ambiente cuando en realidad esconde otra intención y esta era más el alcalde de Carmona, Juan Ávila, de su entera confianza y todo ello con el objetivo final de controlar la candidatura a la alcaldía de Sevilla en una pelea que no ha hecho más que comenzar -y Ávila, presto, ya ha mandado carta a la militancia anunciándose-. A Virginia Pérez la respaldan ZoidoJosé Luis Sanz y Tarno, mientras que para la alcaldía de Sevilla se posicionan, de parte de Arenas, Patricia del Pozo, y por el lado de Zoido el elegido bien podría ser José Luis Sanz. Hay que tener en cuenta que el PP piensa en general que con su actual candidato, Beltrán Pérez, no le llega y ya medita el asedio a la plaza capitalina ante las evidencias cada día más notorias de que Juan Espadas de el salto sustituyendo a Susana Díaz y, para ello, incluso meditaría abandonar la alcaldía antes de que termine la legislatura. Y sin Espadas Sevilla es una muralla más asequible. Conjeturas, sí, la política está llena de ellas.

En Madrid de entrada rechazan de plano todo lo que tenga que ver con Javier Arenas en esa idea nueva de soltar lastres, cerrar sedes que recuerdan cosas, reinventarse; quieren apuntalar partidarios en todos los territorios y la crisis del PP andaluz no está tanto en un desencuentro entre sus líderes sino, más bien, en la guerra de familias en los territorios, de hecho el presidente de la Junta quiso en la última ejecutiva postergar la fecha de los congresos al entender que no era momento en plena pandemia de desestabilizar orgánicamente al partido con estas batallas. Pero en las provincias opinan otra cosa, a la vista está.

En Almería el futuro pasa por Aureliano, casadista pero aceptado por el PP andaluz, si bien quien decide es Amat, más cercano a Arenas aunque el entorno asegure que hace mucho que no se hablan. En Huelva Bendono trata de enviar a Loles López y ésta intenta colocar al ex alcalde de Ayamonte, mientras que en Málaga, Granada y Córdoba no hay conflicto y, según fuentes internas, donde hay estabilidad no se forzarán situaciones al estilo de hacer cumplir los estatutos y negar duplicidades como las que algunos disfrutan. Lo que se dice ahora es que las relaciones entre Madrid y Sevilla están completamente rotas, que Génova quieren hacer valer los estatutos y enfrentarse al partido en Andalucía en las provincias donde no hay estabilidad -quien sabe si también lo haría en aquellas donde sí la hay-.

Ese pudiera ser el caso de Cádiz, que sin fecha para celebrar su congreso aún palpita entre una situación estable un día y levantera del Estrecho gorda otro; es como el ejército en el medievo que rodea el castillo, prepara catapultas, afila armamento, pero no ataca, mientras que desde las murallas el poder establecido otea a ese enemigo al que mira desde arriba, sabe dónde está, qué hace porque le conoce bien, pero aguarda. Están todos quietos como quien espera que el sonido de una corneta desate hostilidades.

En la provincia donde se sitúa el punto cero sobre el que gira el universo, Cádiz, se pactó en su día la salida de Antonio Sanz, actual viceconsejero de la Presidencia, en la idea de romper la hegemonía que había mantenido el jerezano en compañía de Teófila MartínezGarcía Pelayo y Landaluce y es entonces cuando el partido propone a Ana Mestre a petición de Sevilla. Y Madrid lo acepta; es clave el papel en este sentido que cumplen Pepe Loaiza, portavoz del PP en Diputación, y Pepe Ortiz, ex alcalde de Vejer y quien este pasado fin de semana elevaba un twit a redes asegurando que las informaciones que le señalan como candidato a presidente provincial son "absolutamente falsas" y, añade, "es incompatible por estatuto ser diputado nacional y presidente provincial" -pese a ello los fines de semana se los pasa haciendo campaña visitando agrupaciones...-. La presidencia de Mestre encuentra desde el principio un rechazo frontal en Jerez dadas sus malas relaciones tanto con García Pelayo como con Antonio Saldaña, con quien mantiene un rocambolesco episodio en torno a la petición oficial de dimisión que le hace tras conocer su episodio por conducir ebrio y su posterior condena y que ha servido para ahondar las diferencias entre los bandos. Algunos rotativos publicaron estos días que Mestre no tenía apoyos y que el entorno de Casado trataba de maniobrar en la provincia enfrentándola con Ortiz para terminar planteando un hombre de consenso y éste sería el alcalde de El Puerto, Germán Beardo, que se mueve bien entre Madrid y Sevilla y que aguarda sin prisas porque olfatea que le llegará el momento. Pero en política hay que cuidarse de pasearse demasiado saltando por los filos de las navajas, cortan. El caso es que Cádiz no tiene aún fecha de congreso y nadie sabe decir si es una provincia estable, si a Mestre sí le afectaría la incompatibilidad de cargos -y a otros no- o si el bando del asedio tiene luz verde desde Madrid para lanzarse en disputa con Beardo al frente, apoyado por Jerez, Algeciras, parte de Cádiz y el guiño, tal vez, de Sanz, que tras varias décadas en la élite política ha desarrollado una habilidad manifiesta de estar siendo invisible.

Y, todo, ¿por qué? El ciudadano tal vez piense que son cosas de políticos no más porque no tienen otra cosa qué hacer, pero no. Es algo mucho más básico, es sencillamente la pelea por lo esencial. Es el poder orgánico de los partidos, ese que cuando se establece determina quién puede ser candidato en Sevilla, Málaga o Jerez -y quién no-, quién va de uno al congreso o al senado y, en consecuencia, tiene un sueldo y una vida que, por poner un ejemplo, no la hubiera imaginado el bueno de Alfonso Moscoso -PSOE- cuando de jovenzuelo en Villaluenga del Rosario soñaba con su futuro y ahora siendo senador recibe a alcaldes, les pasea de día y noche por Madrid, tiene un salario que se acerca a los 90 mil/año y cuando se anuda la corbata esas mañanas de sesión susurra medio sonriente aquello de "virgencita, virgencita, que me dejen...". Pues eso.

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