Tengo derecho

Publicado: 23/12/2020
Autor

Alejandro Sánchez Moreno

Alejandro Sánchez Moreno nació en Sevilla. Es docente e historiador. Especialista en historia del movimiento obrero andaluz

De vuelta a Ítaca

Análisis de cuestiones, tanto históricas como de actualidad, desde una visión crítica de nuestra realidad política, económica y social

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Vivimos tiempos fascinantes. O al menos lo serían de no ser por lo trágico. Tiempos en los que todo se pervierte, empezando por el lenguaje, y en el que si...
Vivimos tiempos fascinantes. O al menos lo serían de no ser por lo trágico. Tiempos en los que todo se pervierte, empezando por el lenguaje, y en el que si alguien con poder suficiente en comunicación repite una y otra vez una mentira bien alto, nos acabamos tragando lo que sea. Y ahora lo que toca es hablar de derechos a cuenta de la Ley Celáa, de la que, en vez de ponerse el acento en las cuestiones pedagógicas o curriculares que sería lo normal, la derecha ha decidido llevar el debate a otro sitio, y en nombre de la libertad nada menos nos están diciendo que el gobierno pretende acabar con nuestro derecho a elegir centro para acabar así con el futuro de nuestros hijos. Ahí es nada.


Porque claro, como todo el mundo sabe, los derechos son lo que a uno le parezca en cada momento, y no esos derechos, que aunque sean fundamentales se pasan por el forro todos aunque lo diga la Constitución esa. ¡Y es que dónde va a comparar usted eso del derecho a una vivienda digna con que yo pueda educar a mi hijo en mejores instalaciones que las del colegio al que lleva su hijo el vecino! Y encima siendo educados con docentes cuidadosamente seleccionados entre los sobrinos y cuñados de los curas de turno, que como todo el mundo sabe, es la mejor manera de entrar en la concertada para ganar un sueldo público sin pasar oposición alguna.


Pero yo decido, que para eso es mi derecho. Y no quiero que mi hijo se junte con los pobres de la pública, aunque lo que sí que quiero es que me lo pague el estado, porque yo no me lo puedo permitir porque en realidad también soy pobre. Pero no como esos con los que no quiero que se mezclen mis hijos. Porque yo soy mejor. Y repito: Tengo derecho. Un derecho inalienable a elegir, con el dinero de los demás, el colegio de mis hijos. Un colegio elitista en el que aprenderán a rezar como ciudadanos de bien, mientras que la escuela de los pobres de al lado sigue infrafinanciada y a duras penas les llega para pagar la calefacción en invierno. Pero a mí eso me da igual. Porque yo tengo derecho, que me lo han dicho.


Y por eso mismo, y porque nuestra libertad peligra, los profesores de mi hijo se lo han llevado junto a sus compañeros a protestar contra el Gobierno porque ellos también tienen derecho a que no se les adoctrine en una escuela pública. Y si hace falta decir alguna mentirijilla piadosa para defender nuestra causa, como que van a acabar con la Educación Especial o que la concertada le ahorra millones de euros al estado, pues se dice y punto. Que lo que está en juego lo vale. Y no vaya a ser que el año que viene a mi niño le toquen compañeros inmigrantes o con alguna necesidad específica de apoyo educativo y me lo vayan a echar a perder. 

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