Hay un dicho común en la política referente a que son peores o, al menos, más temidos los compañeros del propio partido que los adversarios, será porque a éstos últimos les ves venir y, al fin y al cabo, les mueve un interés electoral, mientras que con los tuyos departes estrategias, cafés, reuniones múltiples de comités locales, provinciales, regionales, federales, sonrisas, besos y abrazos -muchas fotos- y no aprecias el peligro hasta que es demasiado tarde. E ahí el refrán de
"agachase que vienen los nuestros". Viene al caso porque la vida orgánica interna consume tanta energía porque si es complicado llegar al poder, lo virtuoso es mantenerse en él y hacerlo en primera o segunda línea durante décadas sin que ninguna corriente te arrastre lejos. Por ejemplo, Antonio Sanz o Jiménez Barrios, ambos podrían organizar un campus de verano cuando sus vidas políticas acaben -que algún día debe suceder, salvo que hayan dado con el don de la inmortalidad- para políticos noveles bajo epígrafes como
Mantenerse en al arte de la política o
Sortear puñales en la sede del partido o
Perfil, mi postura favorita; muchas veces se consume tanta o más energía en el conflicto interno que en la gestión pública.
El PSOE entra en sus días finales en el
proceso de elección de delegados por provincias para el congreso federal que re-proclamará a Pedro Sánchez jefe supremo en Valencia ahora a mediados de octubre. Aunque solo en Cádiz se ha presentado lista alternativa a la oficial, se vislumbran movimientos en otras provincias cara los congresos a finales de año que hacen intuir ciertas divisiones como puedan ser los casos de Jaén y Granada, al margen de Huelva donde el alcalde Gabriel Álvarez ha excusado no ir en la lista oficial de delegados porque
"está de viaje" -en Copenhague, dice- y con este amago asoma su intención de diputarle a María Eugenia Limón la secretaria provincial en caso de que sea ella y no María Márquez la que opte al cargo. En todo caso, la pelea gorda está en Cádiz donde el partido se ha roto en dos mitades, Irene García y Ruiz Boix con sus defensores y detractores tras o frente a ellos. El que gane no parece que lo vaya a hacer por mucho -pese a que la candidatura de Boix anuncia su amplio margen de victoria-, ante lo cual emergerá un partido dividido y la posibilidad de que florezca una opción de consenso que se reserva un Juan Espadas que hasta su congreso no quiere ejecutar su mando, ni hacer ruido, ni hacer cambios pese a que la gente de Susana Díaz se lo complica en el parlamento y la propia ex presidente de la Junta se reúne en camarilla con los suyos en lo que se ha llamado
"la resistencia". Y esa resistencia en Cádiz cohabita con el pizarrismo, con Ruiz Boix y con la alcaldesa de Jerez, Mamen Sánchez, que pese a su perfil plano en materia orgánica en otros procedimientos se ha mostrado activa, agresiva y muy en la idea de cobrarse agravios históricos contra una Irene García que se faja agrupación por agrupación para contener una derrota que la otra parte da por segura. Ella no, siempre que sea capaz de activar a su gente y el domingo vayan a votar, que esa es otra.
Si gana García por poco se desinfla la alternativa que representa la otra lista de cara al congreso provincial pero no una opción más unificadora, que sería la del alcalde de Rota, Javier Ruiz Arana, muy del agrado de Espadas. Si gana la opción de Ruiz Boix por poco algunos de su candidatura aseguran que él no sería candidato a la secretaria general, pero ¿quién se lo iba impedir? Conociendo al sanroqueño, que todo lo que tiene de alto lo tiene de, ejem, valeroso, ¿quién le va a parar cuando tiene el poder absoluto tan cerca? ¿Aceptaría la provincia de Cádiz socialista un liderazgo del Campo de Gibraltar que nunca antes se ha dado? Y si gana por mucho Espadas tiene un problema gordo.
Pero si el PSOE ofrece la imagen del típico mar de fondo con intenso oleaje...
El
PP viene a ser como un mar de levante donde la superficie es lisa y las corrientes, frías, pasan por debajo. No se las ve, pero arrastran igual o peor. Existe la pugna entre Madrid y Andalucía por el control de las provincias, encabezadas por Teodoro García Egea, por parte de Casado, y Elías Bendodo, que pugna por Moreno Bonilla. Y Egea quiere controlar provincias en defensa de un Pablo Casado que tiene los pies de barro porque le salen contestatarios por todos lados. Ayuso es un ejemplo. Mientras que pactaron Málaga para mantener a Patricia Navarro, de Bendodo, cedieron Sevilla con Virginia Pérez que mueve ficha para poner de candidato a la alcaldía al alcalde de Tomares, José Luis Sanz, que tiene previsto abandonar su puesto municipal en breve para, así, dejar en evidencia a un Juan Espadas que no lo quiere hacer hasta el último minuto. En Cádiz sustituyeron a Mestre por el dúo Bruno García, más de Bendodo, y Germán Beardo, más de Terol, Egea, Almeida.. Parece que Madrid gana su presencia en Cádiz y eso molesta a Sevilla. Un ejemplo es la candidatura de Antonio Saldaña en Jerez, que tiene como máximo valedor a Beardo y detractora a Mestre, que en cuanto huele, como es el caso estos días, a jaleo se posiciona presta para ventilar todo lo que le manche a su poco apreciado Antonio.
Agacharse que vienen...
EN Ciudadanos, por su parte, se vive como quien está prisionero dentro de un torbellino dando vueltas, saben que deben hacer algún tipo de movimiento para escapar de la inercia negativa pero ni cuál ni cuándo. Las encuestas nacionales les dan un dos por ciento, Arrimadas no es la solución y parece amortizada y en Andalucía Marín sabe que el PP espera a que se recupere para convocar en su intento de evitar un pacto con Vox pero que tampoco esperarán eternamente. Todo ello con un pequeño ejército en Cs de asesores, cargos de confianza y políticos, miembros del consejo audiovisual y etc que ven muy cerca como su futuro profesional se acaba y, en consecuencia, presionan a Marín, que no sabe si tirarse al tren o al maquinista. Y en general todos se preguntan qué distinto hubiese sido todo si Rivera hubiese pactado con Sánchez y hoy estuviesen en el gobierno nacional y el andaluz. Qué distinto. Ciudadanos por Andalucía, manchar de verde el naranja y poner el rostro de Marín por encima de la marca es de lo poco que les resta por hacer en un intento de sostener el gobierno y sacar unos pocos diputados que les permita darle continuidad al proyecto de la mano del PP. Pero para eso hay que moverse ya, opinan desde dentro.
Para unos son
compañeros, otros les distinguen como
camaradas, a la derecha les ven más como
socios. El caso es que la vida interna de los partidos resulta agotadora, procesos interminables, disputas continuas, UTEs inverosímiles que une a los enemigos de ayer contra el enemigo de hoy a sabiendas de que su enemistad florecerá mañana. Es el negocio del poder, una industria que genera más empleo que producto.