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Sábado 30/11/2024
 

Sanlúcar

Manolo Sanlúcar: "El que no conoce la música tiene que hablar de sentimientos"

Aprendió de su padre a conocer Andalucía de tal manera que le ha llevado a amarla por encima de otras cosas. El fallecimiento de su único hijo marcó la vida de este genial artista, que en la actualidad trabaja en una antología del flamenco. En lo personal, confiesa que aún le falta aprender a vivir.

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  • Manolo Sanlúcar, guitarrista flamenco. -

 

"Me revolvería en mi tumba si al fallecer se dispersara mi colección de pintura andaluza"


—¿Quién es Manolo Sanlúcar?

—Si tengo que definirme como algo sencillo, inmediato… Manolo Sanlúcar es un hombre que se busca, con un cierto grado de valentía (quiero entender) porque no me gustaría que fuera osadía.

—Lleva el nombre de esta ciudad a gala. Empezó a recibir premios en 1972 y 37 años más tarde le llega el título de Hijo Predilecto de Sanlúcar. ¿llega tarde?

—No. Entre otras cosas porque la valoración que yo hago de estas cosas es bastante relajada. Desde muy joven entendí que nadie con su opinión podía sumarme ni quitarme nada de lo que realmente soy. Por eso he tenido críticas de conciertos y de cosas que he hecho que me han parecido excesivamente blandas. Eso nunca me ha aportado nada, ni siquiera la satisfacción de algo que se está manifestando en mi favor. Sí me queda ahí el agradecimiento a una persona que me está mostrando por encima de todo que me tiene una inclinación afectiva. Pero yo soy como soy, a mi nadie puede quitarme nada a como soy. Por tanto, lo que los demás hacen por ti es una verdad relativa. No puedo decir por eso que llega tarde. Lo que sí se es que mi pueblo es muy complejo, resultado de una civilización no común, más particular que en otros lugares. Eso es muy significativo porque termina a uno doliéndole unas cosas y, a otros, otras.

—Y a usted ¿qué le duele de Sanlúcar?

—Todo lo que constituye la propia identidad de Sanlúcar, sin marcar un orden de prioridades o valores. Yo tengo dentro de mí ser todo lo bello que ha significado Sanlúcar en la historia. Me interesa mucho la gente, el bienestar y su felicidad. Por eso, cuando algo no me gusta, la tengo en mente y si tengo la oportunidad de hacer un gesto para que eso se vea, lo hago, porque lo que quiero es que la gente no se conforme.

—¿Considera que Sanlúcar es un pueblo conformista?

—No si atendemos a la historia reciente de este pueblo. Yo nací en el Barrio Alto - estuve allí hasta los 9 años - y luego en el barrio marinero conviví con otra gente. Eso marca mucho y por eso creo conocer cómo funcionan los dos. Durante el franquismo, los grandes movimientos de los trabajadores del campo nacieron en Sanlúcar.La gente de aquí siempre ha estado predispuesta a luchar por el plato de comida de sus hijos y por el suyo propio, pero cuando ya sus hijos tienen el plato de comida puesto y él también ¿qué pasa? ¿ya no hay que seguir luchando por mas nada? Entonces, ¿qué somos nosotros? ¿una boca? ¿un estómago que engulle? La comida para lo único que sirve es para que el hombre pueda llenarse el estómago, tirarse sobre la tierra, mirar las estrellas y ponerse a soñar.

—Volviendo a su carrera, ha llegado muy alto...

—Si, pero yo le que he conseguido económicamente ha sido sin buscarlo. Yo he querido realizarme como ser humano y lo que a mi me alimenta y me da fuerzas para salir a la calle a pecho descubierto son las verdades que yo tengo, fundamentadas en que no hago daño a nadie.

—Ir así por la vida no es fácil.

—Claro que no, yo tengo un montón de enemigos, de gente que estaría loca porque me muriera, y otros que darían la vida por mí. Todo tunante me odia.

—Pero también tiene amigos...

—Muchos. Lo que no tengo son esos amigos habituales con los que sales de copas, porque, entre otras cosas, yo no salgo. Yo me defino como un monje.

—Más que un monje le consideran un genio…

—Bueno, no sé. Ese tipo de cosas que nacen de la espontaneidad que tú tienes porque te lo ha dado la naturaleza, para mi es como si no existiera. Yo jamás reparo en eso, jamás cuento para mis proyectos con aquello que puedo tener porque me lo ha dado la naturaleza. Intervenir en eso es como hacerlo en pensar, ojalá midiera 20 centímetros más, los ojos verdes…ese tipo de cosas. ¿qué se puede hacer con eso? Tú eres como eres. Ahora bien, ¿qué puedes hacer tú por ti? Eso es lo que yo valoro. Yo enseguida me di cuenta, que lo mejor que yo podía tener es mi capacidad de trabajo. Sinceramente yo me siento un hombre tremendamente desgraciado pero por otra parte, tremendamente afortunado. Yo creo que cualquier gesto de entrega que yo he hecho me lo han agradecido. La respuesta que yo he recibido del público, si vamos a mi currículum, ha sido extraordinariamente generosa. Yo he antepuesto toda mi paciencia, toda mi vida, pero ese era mi desarrollo.

—¿Por qué se define como tremendamente desgraciado?

—-Porque perdí al único hijo que tenía y no hay nada que te pueda causar más dolor en la vida que eso.

—Un episodio tan dramático ¿cambia la percepción de la vida?

—Si, en ese momento revisas todo en la vida. Yo he sido un hombre, nunca jamás capillita, sino crítico porque siempre analizo las cosas para buscar la razón, la razón la quiero en todos los aspectos. La fe del zapatero yo no la he tenido nunca, sino cuando yo tenía un acercamiento al pensamiento Dios y relacionaba mi vida con ese pensamiento y muchas veces asistía a la Iglesia, el pensamiento Dios lo tenía muy cercano. Cuando me pasa eso empiezo a cuestionarlo todo, cuestiono a Dios y llega un momento en el que entiendo que no existe entidad más perversa que él y sigo buscando. Luego, antes de terminar esa reflexión, encuentro a ese Dios que percibo y al único que puedo aceptar, que es al Dios que no interviene.

—¿Qué le ha pasado con el público en Sanlúcar?

—Siempre se espera de la gente que destaca unos comportamientos que están provocados en la percepción de la gente, por los intereses de la gente. Cuando tú te constituyes y decides ser una persona responsable y comprometida con los valores que yo entiendo que el hombre pudo construir, cuando te posicionas así ante la vida no siempre haces aquello que te beneficia o que la gente espera de ti sino aquello en lo que tu crees. Yo he tenido algunos gestos en Sanlúcar que no le han gustado a esa gente que siempre están mirándose en el espejo y diciendo: qué guapo soy, qué bonito, yo no necesito rectificar nada… esa gente es a la que no le gusta que yo cuestione todo el tiempo las cosas. Yo en ningún momento siento orgullo de cuanto he conseguido - que ha sido muchísimo - porque nunca he buscado lo que he conseguido. Yo he buscado primero desarrollarme como ser humano y después como músico, si fuera diferente.

—También es usted muy generoso. De hecho destina una parte de sus ingresos de su web a las Hermanas de la Cruz, que también recibirán el próximo domingo la insignia de oro de la ciudad.

—-Me alegro mucho, me alegro. Lo que ocurre con esto y me alegro de que me lo pregunte, es que cuando mi hijo fallece o se va de aquí, yo me quedo sin heredero directo, aunque tengo sobrinos. Pero si la vida me ha proporcionado unos bienes yo quisiera que esos bienes produjeran, fueran bien empleados y se sacara un provecho. Yo me revolvería en mi tumba si al fallecer se dispersa mi colección de pintura, pasa a dividirse y mis sobrinos venden un cuadro para comprarse un coche. A mi me gustaría, si pudiera, proteger a mis sobrinos de otra manera, pero no a base de que se destruya lo que he construido, porque yo he construido cosas, como mi colección de pintura andaluza, que a veces hasta compraba los cuadros por letras. Respecto a lo de las Hermanitas, esto que tenemos mi mujer y yo, ¿cómo se va a administrar? Una de las cosas que yo quiero hacer es crear una fundación, que llevaría el nombre de mi hijo, Nano. Y dentro de esa fundación que se procurara administrar eso de tal manera que se mantuviera por sí sola.En una de esas cosas entraban las Hermanas de la Cruz, porque hacen una labor auténtica. Así es como yo entiendo la fe, lo que hacen esas señoras, que también rezan, pero no viven para rezar. Dios no necesita tantos elogios, es lo suficientemente inteligente para no necesitar los elogios que le da cualquier pringao al que siempre le están pasando la mano por el lomo. A mi me gustaría que esa fundación se considerara y tuviera un apoyo.

—-¿Ya se han dado algunos pasos para crear esa fundación?

—-Bueno, con respecto a este asunto de la fundación, me siento bien porque he pretendido hacer algo bueno. Ahora estoy más enfriado porque no encontré respuesta. Yo pensaba en un principio, mi colección de cuadros para Andalucía, pero claro, yo no estoy seguro de si van a acabar como otras tantas cosas en los sótanos de la Junta de Andalucía allí tirados. Yo no lo sé. Porque la desgracia que esto conlleva es que esto no provoca beneficios personales, el cederle cosas al Estado, y ahí es donde se calma la cuestión. Ese es el asunto.

—-¿Por eso está parada?

—-Si, ahora mismo, es por eso. Yo hice un programa en el que estaba mi dedicación hasta que mi cabeza lo permita, al servicio de la creación, cediéndole a esta fundación, en beneficio de Sanlúcar, todos mis derechos de autor, habidos y por haber. Y todo lo que yo produjera. La Fundación tenía que tener una consideración didáctica, en el sentido que allí se organizara un permanente centro de guitarra. Nosotros tenemos que dar una respuesta al mundo que sólo nosotros podemos dar. Desde 1970 yo imparto un curso internacional de guitarra, lo he hecho en muchos países y ahora desde hace unos años en Córdoba. Por eso tengo conciencia del interés que nuestra cultura musical flamenca va despertando en el mundo. La gente no quiere ir sólo al teatro, quiere tocar la guitarra. Pero ¿qué ocurre? Yo tengo en Córdoba alumnos de todas partes del mundo, que tienen que pagarse su viaje. En todos los conservatorios del mundo tienen la guitarra clásica pero no la flamenca . ¿Por qué? Porque la guitarra clásica se ha considerado la música de los señoritos, de la élite. En el contacto de la música del mundo se considera algo normal que la guitarra clásica esté en un conservatorio. Un alemán no necesita venir a España a aprender guitarra clásica porque lo puede aprender en su pueblo. La guitarra flamenca no. Porque nosotros, como cultura musical, somos una excepción en Occidente. Pero una excepción que ha adquirido un nivel cultural imparable que ha asombrado al mundo. Yo no pude estudiar guitarra en un conservatorio.

—Tuvo buena escuela…

—Afortunadamente sí, pero yo no pude estudiar. Y por eso estudié música a tal nivel que soy el único del mundo, de todos los guitarristas que existen y han existido, el único que compone para orquesta. No lo digo para presumir sino para situarnos. Eso es parte de un plan, que soy yo, de adquirir tal conocimiento cultural que me permita hacer las cosas. El que no conoce la música tendrá que hablar de sentimientos, de música no. Yo soy como soy, como le dije al principio, y no tengo que mirar a ningún lado para que salgan mis sentimientos, mis sentimientos aparecen. Por tanto voy a estudiar aquello que del arte se puede conocer y analizar. Por eso he escrito y he planteado mucho sobre nuestra música, para que no se explique como el arte, el alma, el pellizco. El pellizco y el alma es algo que se pone encima del conocimiento, pero éste viene por otras razones. Yo no quiero ser una excepción nada más que en la esencia de lo artístico. Por eso quiero que alguien se haga cargo de todo esto.

—¿Qué es para usted el flamenco?

—Es como una especie de religión. Tiene unos valores definidos y diferentes, y cuando digo diferentes no quiere separarlo del mundo, quiero decir que tenemos una identidad y esa identidad provoca mucho interés. La prueba está en el aspecto musical, qué es lo que ha hecho el flamenco en el mundo, en Japón u otros lugares, donde podemos ver el entusiasmo que ha creado.

—¿En qué está trabajando ahora?

—Estoy produciendo la obra más importante que jamás se haya hecho en el planeta. La Enciclopedia del Flamenco. La estoy dirigiendo, la he diseñado, soy el director, la he cuidado, estoy observando todos los movimientos, pero están ahí los artistas que son los que la están haciendo.

—¿Ése va a ser su legado?

—Será una parte importante. Espero, si no terminarla -que no sé si me va a dar tiempo- dejar mucho hecho para que cualquiera que llegue después viera donde está asentado todo esto. Porque se han hecho muchas cosas de flamenco, pero la mayoría a estilo compadre. Hay muy poco fundamentado. Cuando viene un alemán a un guitarrista andaluz cómo es una seguidilla, no se le puede contestar cómo se le ha estado contestando hasta ahora. No, no, para eso hay que nacer es un sentimiento... Mire usted: una seguidilla es una amalgama de compases, dos compases, seis por ocho tres por cuatro, que se resuelven en la parte de la segunda parte de seis por ocho…él también lo puede hacer. El asunto es ¿qué hace usted con eso? Para eso hay que nacer y para interpretar a Bach, Mozart o a Beethoven ¿no hay que nacer?

—¿Le queda ya algo que aprender?

—Hay una cuestión muy extravagante y es que yo me siento desde el punto de vista de situarme en la vida, indefenso. Soy un niño absolutamente. A mi me puede engañar el primero que se lo proponga. Yo creo que al margen de esa gran desgracia, la vida me ha tratado muy bien y me he sentido muy querido. Jamás he tenido recelos. Sé que dentro de este mundo soy una persona -vamos a aceptar- de mucho conocimiento pero, con respecto a la vida, soy de lo más infantil que se pueda imaginar, indefenso permanentemente, como esas personas que tienen que vivir en una burbuja.

—¿Qué le queda por hacer?

—Aprender a vivir.

—¿Y en el mundo flamenco?

—Es mucho lo que queda por hacer en el flamenco, de fundamentar, organizar… y yo no sé si voy a poder hacerlo. Lo que me preocupa es que no sé si hay gente dentro de mi cultura, porque tiene que ser un guitarrista polifónico. El cantaor no puede dar dos notas a la vez, pero el guitarrista sí. Y por eso tiene que ser un guitarrista. Esta es la primera vez que se hace una obra antológica, porque se esta cultura sólo han hablado los poetas. Ha sido también una labor necesaria pero no se puede poner en el espacio de lo fundamental. Esa ha sido la gran desgracia del flamenco, que los poetas abordaran la investigación.

—¿Qué le hubiera gustado enseñarle a su hijo?

—Es que mi hijo sabía todo lo que yo sabía, lo recogió todo. Parecía como una vida predispuesta.

—¿Cómo le gustaría que le recordara su pueblo?

—Como un hombre comprometido con mi tierra y mi cultura y con mi gente. Y, en el fondo, comprometido con el mundo.

 

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