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Viernes 22/11/2024
 

San Fernando

Cincuenta japoneses, cincuenta suecos, cincuenta yanquis y treinta...

Los hosteleros de San Fernando lo agradecerán. Los hoteleros y 'hostaleros' de La Isla, igual. Los de las tiendas de recuerdos de la ciudad, también...

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Una de las cosas con las que hay que contar a la hora de organizar un espectáculo al aire libre en La Isla es el levante y el domingo se tuvo que aplazar la clase de baile por bulerías que Raúl El Bule impartió este martes en la plaza del Zaporito. 

El levante además del público, de lo que ya se ha hablado en estos días en las crónicas de La Isla Ciudad Flamenca, ese que no llega para llenarlo todo porque no hay suficientes aficionados al flamenco -que no afición- para hacer que todo lo que se convoque sea un éxito.

También, por qué no, lo que dice en las redes sociales sobre si La Isla es flamenca o no lo es, que no todo el mundo tiene dinero para asistir a todos los espectáculos que se programan a lo largo de los 42 días que dura el festival. Pudiera ser. ¡Pero si a los gratuitos tampoco van! ¿Qué es lo que falla?

Nada. No está fallando nada y el propio Javier Fernández Chico, el alma mater de este proyecto que ya ha cumplido cuatro años, reconocía que cada vez llega a La Isla más gente de fuera de La Isla. No de Suecia o de Japón o de Estados Unidos, que algunos vienen, sino de fuera. Y eso ya es bastante porque es lo que se persigue. Porque aquí  no hay público suficiente. ¡Ojo! Suficiente.

Este martes por la noche en la plaza del Zaporito estaba la clientela del bar en la terraza, lo que es normal. Y además había veinte o treinta jóvenes -o jóvenas, porque hombres, si había estaban detrás de algo- siguiendo la clase de Raúl El Bule. La mayoría de esas jóvenes sabían ya de qué iba la cosa, pero otras, no. Y de buen seguro que aprendieron algo. Y de eso se trataba.

La pregunta es para qué se organiza una clase de baile en una plaza, clase por la que no hay que pagar, que de eso se encarga Chico Javier, si sólo van las que saben -en su mayoría- y algunas que salieron al menos con una ligera noción de lo que era el compás. Que no es poco.

Permítanme que insista.

Se trata -también- de eso y es precisamente lo que no se entiende en San Fernando cuando algunos se declaran en contra de tanto flamenco. Se trata de eso cuando las autoridades, cortoplacistas como son sólo mirando las elecciones, no acaban de entenderlo o no tienen dinero -si no tienen que lo digan; que no que engañen- y no colaboran. Se trata de eso cuando dice Chico Javier que cada vez viene más gente de fuera. No de Suecia, de Japón o de Estados Unidos. De fuera.

Imagínense ustedes -siendo optimistas, que no abunda mucho en La Isla, desgraciadamente- lo que hubiera ocurrido en la plaza del Zaporito este martes si lo que iba a hacer Raúl El Bule lo hubieran sabido cien japoneses y cien suecos y cien yanquis. Habría cincuenta japoneses, cincuenta suecos y cincuenta yanquis en la plaza del Zaporito escuchando las indicaciones de Raúl El Bule y bailando -en unos casos más que en otros- en vez de sentados en la terraza viendo a la treintena de chavalas que estaban bailando.

Esta Isla Ciudad Flamenca es eso además de lo otro. Son los espectáculos en lugares pequeños que no se llenan -todavía- y son los espectáculos en la calle con la gente pegada al cantaor y al tocaor; es la clase de baile en una plaza en la que puede participar todo el que quiera, sepa o no sepa. Y en la plaza del Zaporito hubiera habido cincuenta japoneses, cincuenta suecos y cincuenta yanquis -en el caso de que sólo hubieran venido la mitad de los que se enteraron- más una treintena de chavalas de La Isla, algunas de las cuales casi bailando mejor que Raúl El Bule.

Y lógicamente el del bar se enfadaría porque la terraza no cabría. Pero cuando eso se consiga, lo de traer a la gente a un festival que buena parte del mismo se hace en la calle, habrá que organizarlo de otra forma para que quepan todos. Porque esto va a seguir creciendo. Eso sí, bailarán los que ya saben y unos cuantos más, a los que se sumarán los yanquis, los suecos y los japoneses, sencillamente porque no tienen el acentuado sentido del ridículo de los españoles.

Y volvamos a las Administraciones. Javier Chico Fernández decía que cada vez viene más gente de fuera. Pero me decía que Javier Chico Fernández cada vez estaba más harto. Y eso que ha sido capaz de superar lo que superó el año pasado, que ya es poner a prueba a una persona y a un empresario. Y eso es lo que no se puede perder.

Las Administraciones, si no tienen dinero, que no lo ofrezcan, aunque el hecho de que el Ayuntamiento no lo tenga no quiere decir que no lo tenga la Diputación de Cádiz o el Instituto Andaluz del Flamenco. De un día para otro o de un mes para otro, no con pago tres años más tarde.

Pero tienen otras cosas que ofrecer además del apoyo en las infraestructuras -que no he caído en preguntar si apoya en eso, porque este ayuntamiento es capaz de cobrar la tasa de ocupación de la vía pública por poner los dos trípodes de los altavoces-, como es el apoyo institucional que supone llevar el festival y su cartel por las ferias turísticas; meterlo en las oficinas de turismo; hablar con los hoteles...

Y ya se nos irán ocurriendo más tareas -además de buscar un piquito de dinero con el visto bueno del interventor, que luego pasa lo que pasa- porque está claro que quienes nos gobiernan no son de mucho pensar y que están más preocupados de que los "isleños e isleñas" sepan que están haciendo algo que de que los japoneses, los yanquis y los suecos lo sepan y vengan. ¡Ah, y los alemanes de Chiclana!

Los hosteleros de La Isla lo agradecerán. Los hoteleros y hostaleros de La Isla, igual. Los de las tiendas de recuerdos de La Isla, también... Y Javier Chico Fernández... No sé qué decirles.

Por cierto, si quieren aprender la pataíta por bulerías, la grabamos entera para que nuestros lectores y lectoras se la aprendan. Ya saben. Le pueden dar al cursos palante y patrás hasta que les salga razonablemente bien.

Gentileza de La Isla Ciudad Flamenca.

(Por cierto, esto se puede hacer con cualquier tipo de música. Que le guste a los japoneses, a los yanquis, a los suecos y a los alemanes de Chiclana).

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