Primera Andaluza es un hueso demasiado duro de roer. Una división en la que es fácil caer en el espejismo. Un pozo del que cuesta una enormidad salir. Cualquier equipo es capaz de tocar el cielo o de caer al infierno en esta competición donde el poder o la historia son aspectos absolutamente irrelevantes a la hora de dictaminar el destino de cada uno. El Ciudad de Cádiz, equipo que apenas cuenta con un puñado de años de existencia a sus espaldas, visitó en la primera jornada a un Rota que, avalado por su pasado reciente en Tercera, partía como claro candidato a llevarse una victoria cómoda. Más en su casa, alentado por su afición que, esta temporada, sí que está dispuesta a poblar las gradas como síntoma de ilusión. Aun así, el equipo de Jero Osorio, con todo a su favor, tuvo que derramar sangre, sudor y lágrimas para rascar un punto que terminó sabiendo a poco. Los momentos de desconcentración al comienzo de las dos partes condenaron en exceso a un equipo que lamentó los errores individuales.
Joaqui, nada más arrancar el partido, puso al Ciudad de Cádiz por delante ante lo que supuso un jarro de agua fría sobre un Rota que pareció sumido en un profundo estado de letargo. La decepción causada a raíz de ese tanto en contra, avivada por ese malestar que se percibió por parte de la afición, llevó al Rota a transformar esa rabia en fuerza, para avasallar a su rival en campo contrario. El equipo visitante estaba contra las cuerdas ante tal dominio abrumador, pero se defendió como gato panza arriba. Se encontró cómodo en ese contexto cediendo la iniciativa, hasta que un trallazo de Juanlu a la misma escuadra les hizo pensar que, quizás, ese camino no les iba a dar resultado. Una acción espectacular que animó al Rota a lanzarse a por el segundo aprovechando, además, que se encontraba en un momento álgido en el partido. En su 'prime', como se dice ahora. Olió la sangre y se lanzó directamente al cuello de su rival. José Pérez terminó rematando un balón en el segundo palo para devolver la calma en el marcador y la locura a unas gradas contagiadas por esa energía derrochada por los verderones sobre el campo.
La victoria estaba hasta ese momento amarrada. Y, la fiesta, absolutamente desenfrenada. Pero el Ciudad de Cádiz, quizás impulsado por ese espíritu revolucionario que siempre le ha llevado a hacerse un hueco entre los grandes pese a sus orígenes humildes, cortó la música en el momento más inesperado. Decidió que era el momento de acabar con la fiesta. David lanzó la piedra directamente al ojo de Goliat, directamente al fondo de la portería defendida por Nico. El Rota ,de nuevo, cayó aturdido. El gol de Curro, que había entrado al partido en el descanso, hizo a los fantasmas del pasado sobrevolar de nuevo. Otro inicio. Otro momento de desconexión que acabó con gol en contra. Y esta vez la historia no se volvió a repetir. Sí en la introducción. También en el nudo, pero el desenlace, a diferencia de lo que sucedió en la primera mitad, no se cerró con el éxtasis verderón. El Ciudad de Cádiz lo impidió. Construyó una muralla defensiva férrea contra la que se estrelló el Rota en sus múltiples intentos sucedido, que no fueron pocos. La más clara, un cabezazo de Álex Bernal al larguero.
Como si la propia muralla fuera un reflejo de la crudeza de la Primera Andaluza, contra la que el Rota terminó chocando irremediablemente en su regreso nueve años después. No tuvo un aterrizaje suave, pero la próxima semana tendrá un nuevo vuelo. Despegará en dirección a la zona del Campo de Gibraltar para enfrentarse al Taraguilla en busca de su primera victoria de la temporada.