Hubo una época, desde finales de los sesenta y hasta principios de los ochenta, en que el cine erótico se erigió en fenómeno social de una Europa ávida de sexo más o menos explícito.
Hubo una época, desde finales de los sesenta y hasta principios de los ochenta, en que el cine erótico se erigió en fenómeno social de una Europa ávida de sexo más o menos explícito. Un tiempo de cuerpos peludos, pechos sin silicona y escenas que iban más allá de una mera sesión de gimnasia genital.
“Las mujeres eran naturales, no estaban depiladas ni operadas, algunas estaban gorditas... Uno de los logros del cine erótico europeo es que las actrices parecían chicas a las que te pudieras encontrar por la calle, y ahí residía el morbo”, dice el experto en cine erótico Luis Miguel Carmona.
Emmanuelle, Sylvia Kristel, el destape, Nadiuska, Susana Estrada, Ese oscuro objeto del deseo... Referencias imprescindibles de unos años que Carmona ha documentado en Cine erótico a la europea.
Los primeros pasos del erotismo se caracterizaron por su precaución, casi siempre en formatos que mezclaban el sexo con otros argumentos secundarios.