El adiós de la conexión Málaga-Nueva York que operaba la compañía Delta Airlines desde hace más de una década es no sólo una mala noticia, en este caso para la provincia de Málaga y sus intereses económicos, sino todo un balón de oxígeno para alimentar la pugna entre la Costa del Sol y Sevilla, capital que puede marcar un tanto a su eterna rival.
Y es que American Airlines se frota ya las manos mientras planea tomar tierra en hispalis ante el sigilo de la administración regional con sede en la misma.
Los actuales responsables del gobierno andaluz que antes de llegar al cargo reivindicaron hasta la saciedad la idoneidad de traer a Málaga la Consejería de Turismo, atribuyen ahora a decisiones “estratégicas” de empresa el adiós del vuelo. No en vano el titular de la misma, Juan Marín, ha pasado por el asunto de puntillas, obviando de ejercer algún tipo de presión, siquiera la posibilidad de seducir con algún tipo de ayuda económica a la aerolínea para que deponga su actitud.
Pero tampoco a nivel municipal parecen tener intención de hacer algo más allá del pataleo a modo de declaración institucional reclamando en este caso a Aena a que tome cartas en el asunto. Lo ha hecho el alcalde de Málaga, de quien se echa en falta una mayor determinación y contundencia al respecto.
Bien podría, eso sí Francisco de la Torre, recurrir a alguien a quien la ciudad estará eternamente en deuda, como es Antonio Banderas. Y, aprovechando que el actor con grandes vínculos en Estados Unidos accionará mañana el alumbrado navideño, susurrarle al oído que alce la voz para reivindicar la permanencia de una conexión que habrá utilizado decenas de veces para dar el salto al otro lado del charco.
