Israel cierra 2017 con un gran éxito diplomático: Donald Trump se refirió a Jerusalén como capital del país, en contra del consenso internacional, en un año punteado por investigaciones por corrupción al primer ministro, Benjamín Netanyahu, y disturbios durante la llamada crisis de Al Aqsa.
Netanyahu, líder del Likud, continúa encabezando un gobierno apoyado por partidos nacionalistas y religiosos, en su cuarta vez como primer ministro, a pesar de que a lo largo del año las diferencias políticas y de personalidad han amenazado la estabilidad de la coalición.
Las investigaciones al jefe del gobierno, su esposa y personas de su entorno en varios casos de fraude y corrupción, en dos los cuales la Policía le considera sospechoso, han resentido su imagen, sobre todo tras los intentos del Gobierno de aprobar una ley para protegerlo e impedir que la población conozca las acusaciones policiales relativas a altos cargos.
Netanyahu insiste en que las investigaciones están políticamente motivadas, y que sus enemigos y los medios de comunicación tienen como objetivo destruir su administración, y suele decir: "No encontrarán nada porque no hay nada".
Sin embargo la lista de personas que han testificado ha ido creciendo y la ciudadanía empezó a movilizarse con manifestaciones y eslóganes contra la corrupción, que culminaron en noviembre con protestas multitudinarias en Tel Aviv.
Las próximas elecciones están previstas para noviembre de 2019 y, si bien el primer ministro dice que no las adelantará, los comentaristas dudan de su palabra.
Según una nueva encuesta del Instituto Israelí de Democracia, un 29 % de los consultados manifiesta confiar en el Gobierno, un 26 % en la Knéset (parlamento) y casi la mitad de israelíes, un 45 %, cree que la democracia en el país corre grave peligro.
Aunque la oleada de ataques palestinos que se inició en 2015 remitió, también hubo violencia este año, concentrada en la llamada "crisis de Al Aqsa" que empezó en julio, cuando tres árabes israelíes del norte de Israel abrieron fuego contra dos policías de fronteras junto a la Puerta de los Leones, dentro de la Ciudad Vieja de Jerusalén, resultando muertos los cinco.
Tras el atentado, las autoridades israelíes aumentaron la seguridad a la entrada de la Explanada de las Mezquitas, colocando más cámaras de vigilancia y arcos detectores de metales, lo que causó la indignación de los palestinos que lo consideraron una injerencia en su lugar de culto.
Siguieron semanas de disturbios y violencia en los que cuatro palestinos murieron en enfrentamientos con las fuerzas de seguridad israelíes y tres colonos israelíes fueron asesinados en su casa por un palestino que aseguró hacerlo en defensa de Al Aqsa.
La crisis se resolvió cuando el Gobierno retiró los detectores de metales.
Mientras los problemas domésticos de Netanyahu se acumulaban, éste partió para varios viajes al extranjero y, entre ellos, realizó la primera visita de un primer ministro israelí en activo a América Latina, que incluyó paradas en México, Argentina y Colombia.
El proceso de paz con los palestinos, estancado desde el último empujón dado por el secretario de Estado John Kerry en 2014, parecía que podía desatascarse tras la visita de Trump a Israel y territorios palestinos en mayo, con su promesa de dar el "impulso definitivo" al proceso de paz.
Sin embargo, el discurso televisado del mandatario estadounidense de principios de diciembre en el que se refirió a Jerusalén como capital de Israel, recibido por el Gobierno israelí como un espaldarazo a su política de hechos consumados y por el liderazgo palestino como "la muerte del proceso de paz", ha sido el último motivo para que israelíes y palestinos continúen sin negociar.
Trump no trasladó la embajada estadounidense de Tel Aviv a Jerusalén, como prometió hacerlo en campaña electoral, pero si dio órdenes de empezar a trabajar sobre ello para hacerlo en los próximos años.
Jerusalén fue ocupada por Israel en la guerra de 1967 y anexionada trece años después, en contra de la opinión internacional y muy especialmente en contra del liderazgo palestino que espera que Jerusalén Este sea la capital de su futuro estado.
2017 se despide de esta zona del mundo con llamadas árabes al reconocimiento de Jerusalén Este como capital de Palestina y, por parte de Netanyahu, con la invitación a la comunidad internacional a mudar sus embajadas a Jerusalén tras la declaración de Trump, unas posiciones que parecen alejar la solución de dos estados.