En la misa del Gallo, Jorge Bergoglio comparó la situación que vivieron José y María con los millones de personas que huyen en la actualidad de sus países
El papa recordó a los millones de personas que se ven obligadas a dejar su tierra y a sobrevivir a los "Herodes de turno" que "no tienen problemas en cobrar sangre inocente", en la tradicional misa del Gallo que celebró en la basílica de San Pedro.
En la misa de Nochebuena, en la que los católicos conmemoran el nacimiento de Dios, Jorge Bergoglio comparó la situación que vivieron José y María, obligados a dejar su tierra, pero "llenos de esperanza y de futuro por el niño que vendría" con los millones de personas que huyen en la actualidad de sus países.
Ante las cerca 10.000 personas que llenaron la basílica, el papa explicó en su homilía que José y María "luego se tuvieron que enfrentar quizás a lo más difícil: llegar a Belén y experimentar que era una tierra que no los esperaba, una tierra en la que para ellos no había lugar".
En su historia, agrego, "vemos las huellas de familias enteras que hoy se ven obligadas a marchar. Vemos las huellas de millones de personas que no eligen irse sino que son obligados a separarse de los suyos, que son expulsados de su tierra".
En muchos de los casos esa marcha está cargada de esperanza, cargada de futuro; en muchos otros, esa marcha tiene solo un nombre: supervivencia".
Y entonces recordó que muchos deben sobrevivir "a los Herodes de turno que para imponer su poder y acrecentar sus riquezas no tienen ningún problema en cobrar sangre inocente".
Continuando con la historia del nacimiento de Jesús, afirmó que, sin embargo, "en medio de la oscuridad de una ciudad, que no tiene ni espacio ni lugar para el forastero que viene de lejos, en medio de la oscuridad de una ciudad en pleno movimiento (...) precisamente allí se enciende la chispa revolucionaria de la ternura de Dios.
Y que en Belén, "se generó una pequeña abertura para aquellos que han perdido su tierra, su patria, sus sueños; incluso para aquellos que han sucumbido a la asfixia que produce una vida encerrada", aseguró el papa.