El porvenir o futuro de una persona, empresa, o cualquier otra circunstancia es difícil de adivinar; a no ser que uno sea adivino; si es que existen de verdad, que aunque haberlos los hay –sobre todo en la tele– todos son de chicimoni, o sea cuentistas aprovechados que se buscan la vida contentando a todos: al que tiene pretensión de ser rico, tener o recuperar la salud perdida, tener trabajo e incluso si le sigue amando el ser de sus amores que se esfumó un buen día diciendo que iba a por tabaco. Personalmente no creo en los adivinos, es más ni tan siquiera de pequeño jugué a las adivinanzas. El único sabedor de todas las cosas en este mundo es Dios. Pueden existir alguno más con mucho arte, uno de ellos es Rappel que se lo tiene montado de coco y huevo; o sea, explotando el cuento a las mil maravillas. Ha llegado el momento que ya sólo de forma personal no puede atender a la clientela, se ha montado un consultorio vía teléfono atendido por empleados suyos que solucionan los problemas que usted tenga. Un prodigio, el señor Rappel les confiere un gran dominio y poder, solvencia y otras cualidades necesarias como la vergüenza mínima que se ha de tener.
A estos consultorios no crean ustedes que acuden personas de baja solvencia social, eso era antes cuando no sé en qué lugar tu vecina, previa petición de consulta, iba a que le echaran las cartas. Hoy tienen estas adivinas más maniobrabilidad porque lo hacen a través de plataformas televisivas, creo que locales, pero claro están expuestas al cachondeo puro y duro, como le ocurriera a la célebre Doña Lola, aquella que popularizara Sardá en Crónicas. Sus velas negras se hicieron célebres y fueron el hazme reír de chicos y mayores. Vamos, en una palabra, fue un desprestigio para una profesión que desde tiempos inmemoriales cautivó a la alta sociedad, incluida la española.
No me extraña que más de un político, pero de aquellos con solvencia decisoria en la política de hoy día, haya consultado a algún adivino de prestigio sobra la actual crisis económica por la cual atraviesa España y gran parte del mundo. Le habrá solventado la papeleta dándole una de cal y otra de arena, incluidos comentarios técnicos y económicos –sacados de las principales revistas y periódicos del país– y adobado con propuestas y soluciones capaces de engordar el corazón e insuflar esperanzas de salvación al más pintado, incluido al siempre triste y cabizbajo ministro Solbes. Hay que ver Solbes, joder, aunque esté comentando la salvación del escollo económico para dentro de tres meses, que es una situación impensable, la forma de decirla o transmitirla, de forma tan apenada como lo hace, no se lo cree ni él mismo; se nota que lo hace por mandato. Sería conveniente que fuera portavoz incluso la bruja Lola, daría más credibilidad; ahora bien, si lo hace Rappel sería acojonante. A ese peazo de levitón lo cree media España. Costaría su dinero con cargo a los presupuestos del Estado, pero qué más da, todo fuera por la salvación de unos pocos y el engorde de los más. Antes había quien vivía de las bajas sanitarias y los trabajos encubiertos, hoy de las bajas por crisis, que ya los hay como los rábanos, a manojitos y lo que es peor esperando la bonanza del dinero de procedencia europea. Hay gente pa tó.