Los adolescentes y jóvenes ucranianos trabajan como voluntarios, estudian y aspiran a construir sus vidas en su país pese a la incertidumbre por la actual invasión rusa y tras haber perdido sus hogares o verse obligados a pasar un tiempo fuera de ellos.
A sus 19 años, Bogdan Korchevskyi se está adaptando a su nueva vida en Leópolis, en el oeste del país, después de que su familia tuviera que huir durante el sitio ruso sobre la ciudad portuaria de Mariúpol y perdiera su casa, destruida por una bomba.
"La guerra me ha enseñado que no puedes aferrarte a nada material porque todo puede hundirse en cualquier momento", explica a Efe. Estudiante de tercer curso, Bogdan se ha reincorporado a clases en formato digital y en la reubicada universidad pública de Mariúpol.
El primer año en guerra siguió a dos años de restricciones debido a la pandemia de Covid-19, lo que significa que ha tenido muy poca experiencia universitaria presencial propiamente dicha.
"En estos tres años, sólo pasé dos o tres semanas en la universidad para poder conocer a mis profesores y verme con mis compañeros", dice Bogdan.
Durante muchos meses estudió en una pequeña habitación de un centro de acogida provisional para desplazados internos ucranianos, en convivencia con sus padres y su hermano pequeño.
Ahora Bogdan compagina sus estudios virtuales con un trabajo a tiempo completo como analista de datos en una empresa local, lo que supone una contribución esencial para los ingresos de su familia y les ha permitido alquilar un apartamento.
Quisiera poder pasar en el futuro una temporada en el extranjero, pero mantiene el optimismo sobre la posibilidad de construir su existencia en Ucrania, a pesar de la incertidumbre. "Siempre hay alguna oportunidad", dice a Efe.
Los hombres mayores de 18 años no pueden dejar el país debido a las restricciones de la ley marcial. Sin embargo, tiene muchos conocidos actualmente en el extranjero que, según explica, están planeando volver cuando acabe la guerra.
Olga Chumak tenía 17 años cuando dejó Ucrania junto con un amigo para instalarse con sus parientes en Francia. Fue testigo de una explosión durante un ataque con misiles rusos en Leópolis justo antes de partir en marzo. Sin embargo, se sintió más alarmada por las noticias que recibía desde el extranjero que en Ucrania.
"Estaba todo el tiempo pendiente de las noticias y preocupada por mis seres queridos que permanecían ahí", explica Olga a Efe. Su experiencia en el extranjero le ayudó a ver la vida en Ucrania bajo otra perspectiva y a apreciar sus ventajas.
Olga regresó a casa, junto con su amigo, tres meses después. Su compañero cumplió ya 18 años y no puede volver a marcharse a causa de la ley marcial.
Ha dejado sus estudios universitarios de periodismo para pasar a psicología. Considera que muchos ucranianos necesitarán asistencia psicológica tras haber sufrido experiencias traumáticas.
Sólo ve su futuro en Ucrania; cree que su generación tendría que contribuir a la reconstrucción de posguerra.
"Si todo el mundo se va, ¿quién va a levantar el país?", pregunta. Considera que la juventud ucraniana ha sido muy activa y patriótica.
Sasha, con apenas 14 años, lleva más de medio año de voluntariado para la acogida y asistencia a los desplazados que llegan a la estación central de ferrocarril de Leópolis.
Su escuela combina clases presenciales y online, lo que le deja tiempo para ese voluntariado.
A veces no es fácil tratar con personas traumatizadas, pero no le agobia.
"La guerra lo ha cambiado todo. He aprendido mucho sobre mí y sobre los demás", dice.
Se trasladó con su madre durante un tiempo a Polonia, en marzo del año pasado, cuando las fuerzas rusas se acercaban a Kiev. Sostiene que entonces no quería irse y que se alegró cuando regresaron en mayo.
Aún no sabe qué hará cuando termine sus estudios dentro de dos años. No espera que la guerra acabe pronto, pero piensa quedarse en Ucrania. "La guerra aún puede prolongarse durante años y también tendremos mucho trabajo que hacer cuando acabe. Es importante afrontar esta realidad", sostiene.
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Los jóvenes ucranianos buscan un futuro en su país, a pesar de las incertidumbres
A sus 19 años, Bogdan Korchevskyi se está adaptando a su nueva vida en Leópolis, en el oeste del país
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