En la presente temporada no hay imposibles en el Málaga, o sí. Es posible que sucedan desgracias una detrás de otra. El Eibar, que tiene ese aura de equipo de Primera con piel de Segunda, supo convertir los males ajenos en tres puntazos. Vean todo lo que ocurrió en 90 minutos, nada bueno: un gol de Stoichkov regalado por Jozabed, un gol cantado que N´Diaye lanzó fuera, un gol anulado a Luis Muñoz por culpa del pie de Fran Sol, un gol en el 90' a la salida de un córner, justo cuando se había empatado el partido. Y lo que es peor, la consecuencia de una nueva derrota.
La permanencia se queda a cinco puntos y ahora, explíquele usted a los mortales qué está pasando este año, si ni siquiera los seres inmortales sabrían explicarlo. En Ipurúa el fútbol fue cruel y el Málaga, competitivo, pero sin premio. Permítanme cambiar un poco esa letra de Shakira y Alejandro Sanz para definir el sentimiento malaguista que me atrevo a adivinar: "Es una tortura, quererte".
El Eibar es un equipo opositor al ascenso directo. Se ve con facilidad. Por su juego claro y con calidad en todas las líneas. El exmalaguista Yanis Rahmani es un puñal, ya lo sabíamos, como también se sabía que Stoichkov es de los mejores atacantes de esta categoría. O que Tejero es un lateral top en Segunda. A eso y mucho más tenía que sobreponerse el Málaga en Ipurúa, donde nadie ha conseguido ganar en esta campaña.
A los veinte minutos, los de Pepe Mel no olían apenas el balón y eso indicaba que las ocasiones del Eibar estaban a la espera. Esteban Burgos sacó un flojo remate de Stoichkov tras una mala salida de Yáñez. Exceso del confianza del portero y en aumento la del Eibar.
El conjunto malaguista necesitaba tenerla y que fuese con criterio: a la mínima que conectaron entre ellos los Jozabed, Febas, Villalba, la jugada acabó en un peligroso remate de Chavarría. Nada a lo que agarrarse, porque entonces vino el drama que fue tragicómico. Jozabed cabeceó un mal despeje de Yáñez y convirtió su dejada en asistencia para el delantero armero. Stoichkov, al que la calidad le sobra y picardía no le falta, estuvo listo, recogió el regalo y lo convirtió en golazo con un trallazo que se estrelló en el primer palo antes de tocar la red (1-0, minuto 32).
Minutos después, habiendo recuperado la coherencia, N’Diaye tuvo un gol en sus botas que no entró por centímetros. En ese disparo, en esos milímetros, están los detalles que decantan temporadas. La dinámica del Málaga condiciona siempre hacia lo malo.
Para la segunda parte, el Málaga buscó jugar más amplio, insistir por banda, y se recurrió pronto a Lago Junior. El costamarfileño estuvo a punto de empatar en su primer entendimiento con Rubén Castro, pero la mano tensa de Luca Zidane fue crucial.
Las imprecisiones causaban impotencia. Pepe Mel, en la grada desquiciado. Los cambios no funcionaron como deberían. Es la historia interminable: nunca es suficiente para ganar y la suerte no existe, porque hubo otro gol anulado por centímetros. El disparo de Luis Muñoz se invalidó por fuera de juego anterior de Fran Sol.
Aunque a tres minutos del final, Esteban Burgos marcó con ayuda divina de un rebote oportuno en su tiro (1-1), el destino tenía una mayor desgracia. A balón parado, el Eibar se agarró al liderato con un cabezazo que fue un puñal directo al corazón del malaguismo. El homicida fue Juan Berrocal (2-1, minuto 91).
El colmo de lo cruel, la negación al bien más exagerada. Luego vendrían los intentos unilaterales de Appiah y los minutos taquicárdicos, pero para nada. De Eibar se viene un equipo impotente, que vive anclado en el descenso y que es incapaz de enlazar alegrías, sino más bien decepciones.