La “vuelta al cole” es (y está siendo) dura para todos los sectores, entre el que se encuentra el sector de la abogacía. Los plazos procesales ya han sido descongelados y, aunque la rueda nunca deja de girar, este enero ha venido cargadito de juguetes, juguetes en forma de numerosos señalamientos, consultas, plazos, pleitos y, gracias a dios, mucho trabajo.
Es en estos días, que todos vamos corriendo de un lado a otro apurando cada minuto del reloj cuando más se valora un gesto amable, o por lo menos, un gesto no desagradable.
Hemos normalizado tal ambiente de crispación que nos sorprende cuando, simplemente, recibimos un trato cordial o afable, cuando coincidimos con gente de buen humor, que hace ver que le gusta su trabajo y responde a los buenos días con una sonrisa o a una llamada con simpatía, sin perjuicio de que el resultado de la vista o la llamada no sea el que más te beneficia.
Sin embargo, la tónica habitual se encuentra repleta de caras largas, pitadas por todo en el coche, el “Pff, suerte, hoy no está de buenas” que te susurra el compañero que sale del señalamiento anterior, el NO por sistema, el enfado del gorrilla cuando no tienes suelto, el eterno ceño fruncido, el mosqueo de un funcionario cuando pides vista telemática o suspensión del señalamiento por coincidencia, la queja constante… En definitiva, enfados o mosqueos que no resuelven “problema” alguno, sino que, de contrario tan solo propician malestar.
¿Dónde está el espíritu navideño con el que hasta hace unos días estábamos brindado junto a todos los familiares?
Quizás junto a los típicos propósitos de año nuevo (comer sano, hacer deporte, viajar…) deberíamos incluir y dar prioridad al buen humor y a compartirlo con los demás. De esa manera, aunque el trabajo saldrá igual (o mejor) nos ahorraremos arrugas y quizás conseguimos ser un poquito más felices.
El año acaba de empezar, no hace falta esperar a las próximas navidades para ponerlo en la carta de sus majestades, aun estamos a tiempo.