La música le adentró en el mundo de las letras y hoy es uno de los autores de cuentos más reconocidos y premiados; escritor, articulista en prensa y un autor que provoca al lector, al que no se lo pone fácil, con cuentos y poesía marcados por el surrealismo y realismo sucio que impregna su firma.
Andrés Ortiz Tafur (Linares, 1972) dio “un salto al vacío” hace siete años y reconoce que aún sigue “saltando”. Dejó su trabajo y se marchó a la Sierra de Segura, donde comenzó su carrera como escritor y donde dirige la biblioteca de Santiago Pontones. “La Sierra es el espacio vital del mundo que más me emociona. Es un territorio que me conduce a la creación”, reconoce.
Sin embargo, la sierra rara vez aparece en su obra, sí en sus artículos de opinión (Diario Jaén), que lleva firmando desde que tenía veinte años. “Escribo ficción y esta lejanía me permite ver con otra perspectiva el mundo”, dice un autor que, contradictoriamente, firma libros en los que impera la vida urbana.
Le interesa la sociedad que le rodea y la aborda de una forma poco convencional, que sorprende al lector. “Intento concienciar, mostrar cómo somos de buenos y de malos. Me divierte contarnos, sentarme a escribir lo que percibo”, explica.
Al hacer una radiografía de esta provincia, asegura: “Reina el pesimismo y nos vamos retroalimentando. No se ven visos de avance en esta provincia. A ver qué pasa con la ITI, a ver si reflota Linares, una ciudad industrial sin industria. Es casi imposible frenar la despoblación en zonas rurales porque no hay una apuesta de las administraciones”. Autor de ‘Caminos que conducen a esto’ (El desván de la memoria, 2013) y ‘Yo soy la locura’ (Huerga & Fierro, 2015), con el que obtuvo el XXIV Premio Anual de Escritores Noveles, en 2016 publicó su tercera colección de relatos, ‘Tipos duros’ (La Isla de Siltolá). Algunos de sus cuentos aparecen en antologías como ‘El alma ardiendo’, ‘Generación Subway’ y ‘Nocturnario’.
En 2018 llegó ‘Mensajes en una botella que estoy acabando’, a propuesta de la Fundación Huerta de San Antonio. “Llevo escribiendo poesía toda la vida. Me tiré a la piscina y se está moviendo bien”, agradece. Está inmerso en una nueva colección de cuentos, un trabajo que prepara con tranquilidad. En 2016 se propuso levantar el pie. “No quería fatigarme escribiendo. Es un libro que se ha construido poco a poco y casi sin querer”, dice.
De hecho incluye tres relatos premiados. “Iba escribiendo para ganarme la vida con premios en concursos. Son un vehículo perfecto para conocer tu calidad”, reconoce. Es una colección en la que el autor ha encontrado el equilibrio entre sus dos tipos de escritura, el surrealismo y el realismo sucio que tanto le gusta.
“La de escritor es la única profesión que puede ser cualquiera. La hemos prostituido”, dice un escritor que no se autopublica, que busca la aprobación de un editor que apueste su dinero por él. “No voy a machacar una faceta tan maravillosa como la del editor, que entre mil obras elige una. Cuando publico, mi obra es ésa una entre mil”, agradece.
Defiende el cuento como género que pone las cosas difíciles al lector. “Ése es el lenguaje del cuento y el relato. Deja abierta la temática para que el lector haga sus propias interpretaciones, siempre acertadas”, confiesa. Adora la ficción y señala “la manía que tiene el lector en intentar descubrir al escritor dentro de su cuento”. Afirma: “Es verdad que los escritores estamos dentro de nuestra obra, pero casi nunca escribo de mi”.
Es de los que contrapreguntan cuando le plantean ¿para cuándo una novela? “Qué tiene una novela que no tenga un cuento. Como género literario, el cuento es una herramienta valiosa para introducir a los jóvenes a la lectura. Invita a reflexionar y deja al lector un espacio vital con el que se oxigena y puede crear dentro del cuento”, asegura.
Lleva siete años alejados de la música, en la que se involucró con 14 años, de la mano del rock&roll. Comenzó tocando el bajo, su última banda fue ‘La cuna del Sésamo’ (vocalista y letrista) y hasta 2012 ha formado dueto con Javier Caracuel, con el que toca puntualmente. “La música ha sido el vehículo que me ha introducido a las letras. Me siento escritor, pero como disfruto con la música, no lo hago como escritor. Es difícil vivir de los libros. Se puede hacer de las calles paralelas que te abre la escritura”, termina Ortiz Tafur.