Empieza a ser proverbial la facilidad con la que el gobierno local de Juan Ignacio Zoido, al que la ciudad dio un cheque en blanco en las elecciones municipales del 22 de mayo, se crea torpemente enemigos gratuitos y va dilapidando poco a poco su capital político. Primero fueron los barrios, especialmente Bellavista, a los que castigó sin Cabalgata de Reyes Magos diciendo que no había dinero en la caja mientras llenaba el Centro de flores de Pascua y de árboles ornamentales. Después se malquistó con San Jerónimo al regatearle una ayuda reducida a la mínima expresión para su tradicional carnaval, el más importante de la provincia.
A continuación irritó a gran parte de los residentes en la Alameda de Hércules y su entorno al anunciar e iniciar la modificación del PGOU para construirles en el bulevar el gran parking rotatorio que ni siquiera pudo lograr la Dictadura de Franco. Muchos en el barrio dicen que cuarenta años de lucha por la Democracia para que al final fuera para ésto.
Hasta aquí, los estrategas municipales, con Curro Pérez a la cabeza, pensaban que como estos barrios eran sociológicamente de izquierdas y prestados los votos obtenidos en ellos, daban por descontadas en el mercado electoral las consecuencias de estos desencuentros. Pero a continuación el mismísimo portavoz del gobierno municipal y alcalde de Triana en cuanto delegado del barrio, ha conseguido el más difícil todavía: poner al arrabal y a la ‘intelligentsia’ local (arquitectos, catedráticos, historiadores, periodistas....) en contra de Zoido por su peregrina idea de gastarse 180.000 euros en alicatar con azulejos la zapata de la calle Betis.
Si Zoido alardeaba de gobierno 2.0 conectado con Internet y de su control de las redes sociales, con esta rebelión ciudadana está teniendo su antídoto: cuatro mil personas -y el número no para de crecer- se han adherido en Facebook a la plataforma creada contra los mosaicos de Pérez y que se intitula ‘Salvemos Triana.... y Sevilla’. Aquí ya no son los ‘rojos’ de Bellavista, San Jerónimo y la Alameda quienes contestan en la calle al alcalde, sino un movimiento interclasista que le está incendiando las redes sociales. Por eso maese Pérez, a la desesperada, trata de apagar el fuego colocando como escudo ignífugo y de ‘hombre bueno’ al ceramista Alfonso Orce, a ver si calma las iras de los recalcitrantes.
Sin embargo, el movimiento es imparable y no va a parar hasta que se declare el malecón Bien de Interés Cultural para que el alcalde no caiga de nuevo en la tentación de adulterar la vieja estampa trianera. El Ayuntamiento, a su vez, mueve ficha para no aparecer como derrotado por el movimiento vecinal y ha tenido una última ocurrencia a la que llama tercera vía: cambiar los azulejos por un grafiti. Curro Pérez quiere ahora pasar a la historia como el Bansky de Triana.