La misma banca que fue rescatada con 65.000 millones de euros de los impuestos de todos los españoles en la pasada crisis financiera – que no devolvió finalmente esta inmensa cantidad de dinero público- ahora amasa de nuevo descomunales y hasta obscenos beneficios otra vez a costa de los ciudadanos. Aquí no subyace una brillante gestión de las grandes entidades financieras, sino su falta de escrúpulos para cobrar en su mayor rango el incremento de los tipos de interés que se ha traducido en hipotecas y préstamos personales que han empobrecido a millones de españoles. Al mismo tiempo, sin ningún tipo de rubor, no han aplicado este mismo incremento del precio del dinero a los depósitos de ahorro de los españoles que les podía ayudar, en muchos casos, a intentar amortiguar lo que les sube el maldito Euribor la cuota mensual de su vivienda o su coche.
Es la misma banca que no tuvo ningún pudor en agarrar la guadaña para sentenciardespidos masivos o cogió la calculadora para aplicar nuevas comisiones a sus clientes ante la determinación del Gobierno central de aplicar un nuevo impuesto de solidaridad a las entidades financieras para afrontar con mayores garantías la reciente crisis económica que sigue coleando. La misma banca que no deja de maltratar y presionar a sus trabajadores con objetivos imposibles de cumplir, de cerrar oficinas y de castigar a la mayor de las orfandades bancarias a municipios pequeños sin sucursales ni cajeros automáticos y a millones de españoles que, por su avanzada edad, sufren una brecha digital que les limita sobremanera a gestionar por Internet cualquier operación de su cuenta corriente u otro producto contratado.
La misma banca que lleva casi una década sin devolver el dinero cobrado indebidamente al aplicar condiciones declaradas abusivas como la cláusula suelo de los préstamos y los gastos de notaría, gestoría, registro y tasación que no debieron abonar los prestatarios al firmar los papeles de sus créditos. No tuvieron el más mínimo reparo en conducir a millones de españoles a los juzgados –sabedores de su lentitud y hasta colapso- burlando la solución extrajudicial que puso encima de la mesa el Estado para que las víctimas de tales abusos recuperasen el dinero que nunca debieron pagar.
Algún día, seguro que más tarde que pronto, la banca pagará esta retahíla de abusos, pero hasta que ese castigo les caiga encima seguirán sumando pecados sin penitencia.