El “e-pregnancy” es una mezcla entre la preocupación por el aumento del coste de la vida y la fascinación por los antiguos juguetes “Tamagotchi”
Mientras el gobierno chino se devana los sesos buscando fórmulas para incrementar la natalidad, las jóvenes del país se resisten a ser madres pero han abrazado el “e-pregnancy”, un sistema que permite ahorrar dinero y familiarizarse con la maternidad fingiendo un “embarazo virtual”.
En una mezcla entre la preocupación por el aumento del coste de la vida y la fascinación por los antiguos juguetes “Tamagotchi”, el sistema consiste en planear una gestación e ir destinando dinero a los diferentes gastos que supone, pero esos fondos en realidad van a la cuenta bancaria de las jugadoras en forma de ahorros.
Pruebas de embarazo, suplementos vitamínicos, revisiones médicas, un seguro hospitalario para el parto o alimentos saludables son algunos de los dispendios iniciales que en vez de reducir los ingresos, van aumentando los ahorros.
Las mujeres tienen la opción de elegir en qué momento del “embarazo virtual” inician el juego, en el que pueden tener otros seguidores o seguidoras que interactúan con ellas, siguen el proceso y se ven motivados a igualar sus “gastos”.
Xiaoding, una mujer sin empleo citada por el medio iFeng, decidió en septiembre comenzar su “embarazo virtual” a los tres meses de gestación “como hacen muchas famosas, supongo que porque la gestación es estable para entonces”, señaló.
En los dos meses siguientes, en que compró pruebas de embarazo, ácido fólico y la“nutritiva” sopa de tofu, sus seguidores fueron aumentando hasta las decenas de miles, ahorrando cantidades de entre 30 y 200 yuanes (entre 4 y 27 dólares y entre 3,8 y 25 euros) según el producto adquirido.
Algunos de sus fans incluso subieron el listón y optaron por ejercer una “paternidad premium” ahorrando el equivalente al coste de vitaminas de importación y atención en hospitales privados.
Pero como en la vida real, otras jugadoras, sin embargo, encuentran dificultades para asumir los desembolsos que implica la maternidad, y algunas deciden interrumpir su “embarazo” antes de llegar a término.
Así, el diario South China Morning Post cita a Miaomiao, una diseñadora gráfica de 23 años que vive en la central Chongqing y que se sometió a un “aborto virtual” a los cuatro meses de gestación al no poder hacer frente a “gastos inesperados”.
La jugadora ahorró en esos cuatro meses 2.050 yuanes (281 dólares, 263 euros), una cifra en la que se incluye el precio de lo que le hubiera costado la interrupción clínica del embarazo en la vida real.
Pero el entusiasmo que ha generado este juego entre las "millennials" no les ha despertado el instinto maternal, e incluso ha desalentado a algunas jóvenes, abrumadas por la “intensidad” del proceso.
“Muchas mujeres aún tienen miedo y reservas sobre el parto”, afirmó Xiaoding, mientras Miaomiao aseguró que el tema del embarazo ha llegado a incomodarla “porque es demasiado inmersivo”.
Como es habitual, el asunto también ha generado cierto debate en las redes sociales chinas, donde jueguen o no al “e-pregnancy”, muchos tienen una opinión al respecto.
“Temo que personas que lo han experimentado virtualmente ahora estén aún menos dispuestas a tener hijos”, lamentó un internauta, mientras que otros padres y madres advertían de que la crianza real “es mucho más compleja y costosa” de lo que se muestra en su versión virtual.
En los últimos tiempos es creciente la preocupación de las autoridades chinas por la baja tasa de nacimientos que registra el país a pesar de la reciente aprobación de medidas y campañas para incentivar la natalidad.
Precisamente este mes China está desarrollando una encuesta nacional sobre cambios en su población con el fin de recabar información para formular planes de desarrollo económico y social.
El gigante asiático experimentó en 2022 un descenso oficial de 850.000 habitantes y cerró el año con 1.411,75 millones, en contraste con los 1.412,6 millones registrados a finales de 2021.
Aunque China permite desde 2021 a sus ciudadanos tener un tercer hijo, la decisión no ha sido acogida con gran entusiasmo por la población, debido tanto a la carga económica que supone la crianza como a la prioridad que se da a la carrera laboral.