Más de cinco mil personas no quisieron perderse el esperado reencuentro con Robe Iniesta. No era para menos, la vieja gloria del rock progresivo apareció en escena cuatro años después de que se tomara un respiro. Pudo ser una marcha para siempre pero sus incondicionales saben de sobra que el maestro de la poesía callejera no lo dejaría todo sin una despedida triunfal. Jerez era una cita obligada para tocar los temas de su último album, La ley innata, pero... ¿qué queda de sus éxitos de siempre?, mucho, dirían probablemente las miles de personas que se congregaron en la improvisada carpa en las inmediaciones de Chapín. La prueba es que pocas fueron las bocas calladas al escuchar lo mejor de su discografía, comenzando por Deltoya, Historias prohibidas, Golfa o La vereda de la puerta de atrás. Y para muchos no hubo que pagar veintincinco euros para escuchar un concierto de Extremoduro, la voz desgarradora y potente de Robe llegó a todas partes. De hecho, los que no consiguieron su entrada acamparon a las puertas del recinto donde permanecerieron cual ritual honorable a un grupo insigne del rock de todos los tiempos. Por muy poco asiduo que uno sea a la música de Extremo, y del duro, la generación de los años ochenta ha “mamado” por fuerza muchos de sus canciones impregnadas de verdades como un templo. Con todo, hubo algunos detalles no estuvieron exentos de crítica. Seguramente a los que estuvieron totalmente entregados durante la primera parte del concierto no estarían muy conformes con la media hora de descanso que se tomaron Robe y los suyos, con musica flamenquita que poco tenía quer ver con Extremoduro. Eso sí, volvieron con fuerzas renovadas de la mano de Jesucristo García, Pepe Botika o Salir.