Tras casi catorce meses de interrupción, Irán se sentará hoy en Ginebra con representantes del G-6 –los países del Consejo de Seguridad de la ONU más Alemania– para tratar de retomar el diálogo sobre el programa nuclear iraní y obtener respuestas sobre los verdaderos fines de éste.
La reunión se celebra en un contexto de cada vez mayor tensión, tras revelar Teherán que está construyendo una segunda planta nuclear cerca de la ciudad de Qom, y después de las nuevas pruebas de lanzamiento de misiles de largo alcance que acaba de realizar.
Como ocurrió en la cita de julio de 2008, Ginebra acoge las conversaciones de los representantes de las seis potencias negociadoras (EEUU, Rusia, Reino Unido, Francia, China y Alemania) y el alto representante de política exterior de la UE, Javier Solana, con el negociador iraní encargado del dossier nuclear, Said Yalili, en un lugar no revelado de la ciudad de Calvino.
A pesar de las nubes que rodean al encuentro por la existencia de la segunda planta nuclear iraní, el presidente de Irán, Mahmud Ahmadineyad, aseguró ayer que su país está dispuesto a mantener unas “negociaciones largas” en Ginebra si éstas son “constructivas y buscan propósitos”.
“En esta primera reunión se podrá comprobar el nivel de honestidad de algunos países y su compromiso respecto a la ley, la justicia y el respeto mutuo”, afirmó Ahmadineyad. Por su parte, el negociador Yalili, antes de dejar Teherán para volar a Suiza, aseguró que el éxito de la negociación de hoy dependerá de la actitud que tome Occidente.
Otro elemento que hace temer por el éxito de la reunión es la declaración del director de la agencia iraní de Energía Atómica, Ali Akbar Salehi, en el sentido de que Irán no va a debatir nada relacionado con sus derechos nucleares. Washington, que estará representado por el número 3 de la Casa Blanca, Willian Burns, insistió el martes en que sacará a relucir el enriquecimiento de uranio iraní en la reunión.
El jefe de la diplomacia europea, Javier Solana, ha reconocido que no será fácil para el G-6 obtener garantías de que el programa nuclear iraní tienen fines pacíficos, para la producción de energía, como alega Teherán.
El viernes pasado, Teherán reveló al OIEA que, además de la central de Nandaz, tiene otra planta para el enriquecimiento de uranio cerca de Qom, aunque dijo que todavía no ha entrado en ella material nuclear.
El G-6 exige a Irán que permita el acceso de los inspectores internacionales a esta segunda planta, que para mayor preocupación de los occidentales se encuentra al lado de una base de los Guardianes de le Revolución, el ejército del régimen islámico.
Aunque Teherán se ha mostrado dispuesto a dar próximamente un calendario para estas inspecciones, adviritió al mismo tiempo que está situada en una zona montañosa y protegida de un eventual ataque aéreo.
Las potencias negociadoras siguen, además, divididas acerca de la conveniencia de imponer nuevas sanciones a Irán, después de que el presidente de EEUU, Barack Obama, amenazase la semana pasada con un endurecimiento de éstas.
Rusia y China, dos de los miembros del G-6, siguen reticentes a adoptar nuevas medidas de castigo, y Teherán ya ha rechazado en anteriores ocasiones la oferta presentada por Solana en nombre de los negociadores internacionales para que suspenda el enriquecimiento de uranio a cambio de la suspensión de las sanciones.
Aunque el enriquecimiento de uranio sirve tanto para fines pacíficos como para fabricar la bomba atómica, en el segundo caso se necesita hacerlo a un grado mayor, y los expertos consideran que las 11.000 centrifugadoras que tendría ya Irán son demasiadas para, por ejemplo, producir sólo electricidad.