Solo seis meses separaron al PSOE de volver a la Moncloa de la mano de Pedro Sánchez a verse inmerso en una de las peores crisis de sus 137 años de historia, sin secretario general, en manos de una gestora y con un cisma que no tiene visos de cerrarse a medio plazo.
El PSOE convirtió un prometedor 2016 en su "annus horribilis", que tuvo su momento culmen el pasado 1 de octubre, cuando el partido estalló en el Comité Federal más convulso que se recuerda.
Fue a los pocos días de que 17 miembros de la Ejecutiva dimitieran como punta de lanza de una ofensiva liderada por la andaluza Susana Díaz y otros barones críticos empeñados en impedir las nuevas elecciones a las que abocaba el "no es no" de Sánchez a la investidura de Mariano Rajoy.
Después de meses de tiranteces y guerra soterrada, Sánchez no tuvo más remedio que tirar la toalla, al fracasar su órdago de imponer su estrategia y celebrar de inmediato el congreso para renovar la dirección.
Una gestora encabezada por el presidente asturiano, Javier Fernández, tomó las riendas del partido de forma interina, poniendo fin a dos años de mandato 'sanchista'.
Quien fuera encumbrado como sucesor de Alfredo Pérez Rubalcaba con la bendición de Díaz, tras ganar en primarias a Eduardo Madina, decía adiós a su aspiración de llegar a la Moncloa.
A pesar de que en las elecciones del 20 de diciembre de 2015 el PSOE tocó fondo al lograr solo 90 diputados, cerca estuvo Sánchez de poner fin a los cuatro años de mayoría absoluta del PP.
El entonces líder socialista dio un paso al frente después de que Mariano Rajoy declinara postularse como candidato ante el Rey.
Consciente de que necesitaba dos muletas para ser presidente, Sánchez apostó por amarrar el apoyo de Ciudadanos, con un pacto solemne con Albert Rivera, para luego presionar a Podemos a que, al menos, se abstuviera.
Pero ante la negativa de Sánchez a formar un gobierno de coalición, los de Pablo Iglesias no cedieron y optaron por las segundas elecciones para tratar de consumar el sorpaso al PSOE.
En la segunda vuelta del 26 de junio, el PSOE vio acrecentada su caída electoral y con ella, el enfado de los barones críticos, que se conjuraron para impedir que Sánchez volviera a intentar la investidura y forzarle a que los socialistas pasaran a la oposición con sus 85 diputados.
Ante la presión interna, Sánchez optó por el enrocamiento y por llevar el "no es no" a Rajoy hasta sus últimas consecuencias, aun siendo consciente de la división que acarreaba su decisión.
En la primera sesión de investidura, Sánchez aguantó el rechazo a Rajoy, pero el nuevo batacazo electoral en Galicia y en el País Vasco en septiembre dio munición a sus adversarios para asestar el golpe definitivo, con la complicidad de la vieja guardia encabezada por Felipe González, José Luis Rodríguez Zapatero y Rubalcaba.
Con Sánchez descabalgado y el partido hecho trizas, la gestora se encargó de preparar el terreno para consumar el giro del no a la abstención en el Comité Federal del 23 de octubre, más calmado, pero marcado también por la división entre los dos bandos.
Por primera vez en la historia de la democracia española, los socialistas iban a facilitar el gobierno a la derecha, poniendo fin a diez meses de bloqueo.
Para no tener que desobedecer el mandato del Comité Federal, Sánchez renunció a su escaño entre lágrimas, aunque advirtiendo que no se iba del todo y que se embarcaba en una gira por España para intentar ganarse de nuevo el favor de las bases y recuperar el trono perdido.
La defenestración de Sánchez ha tenido también graves efectos colaterales, en especial, en la relación entre el PSOE y el PSC, después de que sus siete diputados rompieran la disciplina de voto y declinaran abstenerse ante Rajoy.
La gestora advirtió que el desacato implicaba revisar las relaciones con el PSC, para lo que se acordó en noviembre crear una comisión bilateral que estudiase cómo actualizar el marco de convivencia que data de 1978.
Al igual que los diputados del PSC, los otros ocho díscolos también fueron multados con 600 euros y algunos, destituidos en sus cargos en el grupo socialista.
La nueva etapa abierta con la gestora no ha calmado las aguas en el PSOE, ni aplacado el malestar de una parte de la militancia.
El ex secretario general ya ha celebrado dos actos con los afiliados, en Xirivella (Valencia) y en Asturias, aunque aún no ha desvelado si concurrirá a las primarias, como tampoco lo ha aclarado Susana Díaz, que ha ganado presencia pública en los últimos dos meses.
La pretensión de la gestora es posponerlo hasta finales de la primavera o comienzos del verano, después de un proceso de reflexión previo sobre el nuevo proyecto político.