Pan&Wasabi es el nombre de la colección que fue subastada. Un total de 15 acuarelas realizadas con diferentes técnicas que el artista dibujó en serie. Contó con la colaboración de su amigo Rodrigo Verano, que hizo las veces de galerista al ceder su piso. Con el salón convertido en galería de arte, poco a poco se fueron dando cita los postores, a los que, como en cualquier buena exposición, se les ofreció una copa de vino a su llegada. “Al principio todo parecía un poco de broma, pero la gente se fue animando y tomando la subasta en serio”, explica Verano, que se llevó una de las obras expuestas a cambio de dejar su casa.
Tras explicar brevemente el funcionamiento de una subasta, ya que ninguno de los asistentes había participado en ninguna, la puja dio comienzo. El artista fue el encargado de poner el precio de salida a la primera obra. “Empezamos con un kilo de patatas, ¿vale? Es que me da mucha vergüenza”, aclaraba. Tras el éxito del evento, en el que el artista consiguió más víveres de los esperados, otros artistas del círculo de Sánchez de Cañete podrían realizar eventos similares.
Si las primeras obras se cambiaban por productos básicos, las más codiciadas subieron el nivel de la puja, con productos de primera calidad, como dos kilos de langostinos de Sanlúcar acompañados de dos botellas de vino blanco. La perfecta proporción entre pan y wasabi, un pequeño lienzo en el que el artista utilizó la técnica del pulverizado con tinta, se cambió por una jornada de cervezas y tapas por los bares del centro de Sevilla. Dos botellas de absenta, pan de semillas durante una semana, varias cajetillas de tabaco, dos kilos de filetes de ternera o una botella de dos litros de aceite fueron algunos de los ‘precios’ que alcanzaron los lienzos.
Cuidado con el wasabi, lo carga el diablo fue la obra más cotizada, aunque dio poco juego en la subasta porque la primera puja fue una fiesta-barbacoa en honor del artista, un precio que nadie fue capaz de superar.