Hoy es Miércoles de Ceniza. Parece casi mentira que haya transcurrido un año desde que la epidemia obligara a suspender la Semana Santa de 2020, una Semana Santa que fue dura, complicada, extraña, que vivimos, por qué no decirlo, con el temor y la incertidumbre de no saber qué pasaría a la vuelta de un año, y ahora nos encontramos de nuevo con la imposibilidad de poder celebrar los desfiles procesionales.
La suspensión de las procesiones no solo produce tristeza por todo lo que se relaciona con la devoción, el sentimiento religioso y la tradición, sino también por la cantidad de personas, colectivos, empresas, que se quedan sin trabajo, entre los que se encuentran los artistas. No mantengamos, por favor, la lectura de que no pasa nada por no celebrar la Semana Santa en la calle: sí pasa, y mucho.
Entendemos y aceptamos que los pasos no puedan procesionar por las circunstancias sanitarias pero la Semana Santa es mucho más que sacar unas cofradías a la calle. Por supuesto, el carácter religioso se debe mantener intacto pero la hostelería, el comercio, el turismo… son sectores que se ven afectados sobremanera.
Los bordadores, diseñadores, orfebres, lampisteros, doradores, cereros, costureras, tallistas, cantaores flamencos… todas las empresas que aumentan sus producciones en esos días ven mermada su actividad por esta situación extrema.
Nos queda la Cuaresma de la memoria y las convivencias internas, esa Cuaresma que sí podemos vivir, la que cualquier cofrade guarda en su interior. Mis recuerdos arrancan siempre un Miércoles de Ceniza comprando el “ABC”, cuyas páginas cofrades leía en el recreo del colegio y me guían también a la primera imagen de la Virgen que vestí (el Dolor), la segunda (Consolación)… y así hasta una letanía inmensa de imágenes.
No tengo cómo agradecer a todas las hermandades portuenses que confían en mí para vestir, diseñar, soñar, pues detento el gran privilegio de haber colaborado con todas y cada una de ellas, ni de cómo agradecerle al Consejo Local de Hermandades y Cofradías que me haya brindado la oportunidad de ser el pregonero de la Semana Santa de mi ciudad. Guardo la satisfacción también de haber sido exaltador en multitud de hermandades y de ejercer como asesor artístico, montando cultos, como florista,… de forma que llevo toda una vida alrededor de las naves de la Basílica, de San Joaquín y de San Marcos y de las capillas de San Juan de Dios y la Aurora.
Estos días entro en las iglesias para ataviar a nuestras vírgenes en horas a las que casi nadie acude. Establezco entonces un diálogo con mayordomos, camareras, hermanos mayores y un diálogo callado con la Madre de Dios.
Es más firme la Esperanza de que mi Entrega a mi ciudad tendrá el Consuelo de verse reflejada en una Semana Santa venidera llena de Piedad, de grandeza, que hará de nuestra Semana Santa una de las mejores de la Bahía. No importan el Dolor ni el Sacrificio o la Amargura de la incomprensión de algunos, no importa el Desconsuelo, no importa todo ese Rosario de Dolores que estamos viviendo los cofrades pues la Alegría volverá, igual que amanece cada día, cuando llegue el Domingo de Resurrección.
Con la certeza personal de entregarme cada día a mis hermandades desde que era casi un niño, con la ilusión que tengo en este lugar privilegiado donde decidieron ponerme los portuenses y con el apoyo de nuestro alcalde, Germán Beardo, soñaremos con una Semana Santa mejor en todos los aspectos que dependan del estamento municipal, labor a la que se unirá ese trabajo coherente y voluntarioso que siempre realizan las hermandades, con o sin pandemia. Sueño una primavera diferente, una Semana Santa distinta. Mientras tanto, disfrutemos de nuestra Cuaresma personal: la suma de todas nuestras Cuaresmas particulares conforma la Cuaresma única de nuestra ciudad.
David Calleja, Teniente de Alcalde de Fiestas del Ayuntamiento de El Puerto de Santa María.