Todo tiene su aquel, su misterio, su magia y su dificultad. Nada es fácil. En todo momento hemos de procurar redescubrir la sonrisa y explosionar la alegría. Debemos examinar muchas de nuestras actitudes y creencias y pensar en todo lo positivo que hemos alcanzado., ya que nada ni nadie es perfecto.
Solemos dedicarle tiempo a todo aquello que nos apasiona, entre lo fogoso y lo frio, lo previsible y lo repentino, lo claro y lo contundente, lo divertido e innovador, las dudas y las certezas, los riesgos y las seguridades, las admisiones y los rechazos, los ahorros y los despilfarros.
Hay ciertos hábitos poco saludables que debemos empeñarnos en romper, con determinación y firmeza. Cuando estamos atravesando un bache, no sabemos muy bien qué camino tomar ni cuál va a ser nuestro destino. Si tenemos la suerte de nuestro lado, debemos empeñarnos en desmontar los tópicos.
Necesitamos descansar y dejar de acumular estrés aunque estemos dispuestos a hacer lo que nos pida el cuerpo, que cuando nos sentimos agotados, nos bloquea y nos resta ánimos e ideas.
Por eso hemos de confiar en nosotros y dar los pasos necesarios que nos impulse nuestro corazón.
Tras una buena etapa de inquietudes y confusiones, solemos ver claro, entre lo discutible y lo probable, lo que tenemos que hacer, superando incongruencias e incoherencias, detenciones y manifestaciones, acusaciones y defensas.
Debemos aprender de los demás, las cosas que hacen bien y las que hacen mal, para imitarlos o no repetir sus errores. A veces nuestra cara oculta se manifiesta en toda su crudeza, y hay ciertos aspectos de nuestra personalidad que es conveniente refrenar.
Demasiada gente vive las 24 horas pendiente del móvil, entre confidencialidades, mensajes extraños, seres de otro planeta, duendes y movimientos vibrantes, enigmáticos e inesperados, entre curiosidades y búsquedas.
No resultan fáciles las afirmaciones categóricas y las ordenes dogmáticas en una realidad ente diferentes colores, energías y frecuencias. Encontrar un significado y una explicación a todo lo que sucede en nuestro entorno, convertir cada teoría en propuesta y ésta hacerla posible como si de un milagro se tratara.
A veces ponemos gritos donde deberían existir argumentos y razones, hemos de protestar en las calles porque ha fracasado o no ha existido el diálogo en las mesas de trabajo, nos perdemos en objeciones filosóficas sin aportar soluciones prácticas y hablamos de una participación que no ejercemos.
Hay ocasiones en las que nos escudamos bajo estereotipos y clichés que intentan esconder nuestras verdaderas voces y personalidades, otras utilizamos el victimismo para llamar la atención de los demás y que nos dediquen su tiempo.
Cuando la vida nos sonríe, no vemos desgracias y contrariedades, solo sabores, ilusiones, deleites y placeres. Con los años, aprendemos prudencia y a no meter las narices en los asuntos de los otros, ya que además de agredir su privacidad nos ganamos a pulso fama de impertinentes.
Hemos de saber analizar las circunstancias y establecer nuestras prioridades, procurando diferenciar aquello que nos inspira de lo que nos desalienta, sin entrar al trapo de posibles discusiones inútiles, aprendiendo a ser receptivos con todo el mundo desde el optimismo y el buen humor.