Somos animales de costumbres y aunque nos gustan las sorpresas, nos resistimos a las novedades o a que alguien intente modificar nuestra conducta y nos diga que hemos de cambiar lo que hacemos habitualmente, por eso hemos de atrevernos de vez en cuando.
Como dice Serrat en su canción “De vez en cuando la vida nos besa en la boca y a colores se despliega como un atlas, nos pasea por las calles en volandas, y nos sentimos en buenas manos”. Hemos de hacer juegos malabares y sacarnos conejos de la chistera, poner gotas de la pócima de la ilusión en todo lo que bebamos, y pastillas de coraje en todo lo que hagamos.
Imagínense por unos momentos haciendo travesuras y comportándonos con arreglo a ese niño que afortunadamente todos llevamos dentro, que nos propusiéramos por todo el día pensar en cosas agradables y vivir situaciones mágicas y maravillosas.
Deberíamos tener la fuerza de voluntad de dejar descansar nuestra mente durante unos días, para saber llegar a la conclusión correcta en el momento adecuado. Conseguir quitarnos de la cabeza aquello que no es importante pero en demasiadas ocasiones nos amarga la vida.
No dejar que las cosas insignificantes nos distraigan y pensar más en nosotros mismos, saber aprovechar cualquier ocasión que se nos presente para vivir cada minuto a tope. Pasar de compromisos sociales y hacer lo que nos venga en gana.
De vez en cuando , saber que no es malo , no provocar tensiones y dejarnos llevar , no esperar que pase el tiempo y sea demasiado tarde, mostrarle nuestro afecto a las personas que queremos , mantener la mente abierta y abordar nuevos proyectos.
Es mejor que tengamos el valor de tomar partido a ser indiferentes, convertir cada minuto de nuestras vidas en un regalo y vivirlo con intensidad. Que seamos capaces de aclarar cuanto antes las interpretaciones erróneas y los malentendidos.
Recordar que la realidad es enemiga de la perfección, que cualquier lugar puede ser bueno para hacer aquello que deseamos, que hemos de disfrutar de la familia y de las pequeñas cosas cotidianas. Marcar nuestro ritmo y no dejarnos llevar por eso de que vivimos en un mundo de la rapidez, la inmediatez y la eficacia.
Ocuparnos de aquellos asuntos que no tienen espera ni pueden aplazar su solución. Invadirnos de la curiosidad y alejar las conspiraciones, los mensajes extraños y los seres de otro planeta, y buscar los aprendizajes, las seducciones y las soluciones.
Llenar todo lo que nos rodea de seducciones, humores y músicas, despojándonos de ataduras y hacer aquello que no hemos hecho nunca. Las oportunidades se nos presentan y no debemos desaprovecharlas. A veces hemos de sentirnos como pájaros volando por encima del paisaje que tantas veces hemos recorrido a pie.
Escuchar las opiniones de los demás no es un mal ejercicio, ya que nos ayuda a ver las cosas con mayor amplitud, es como un soplo de aire fresco que nos llena de energía, renueva nuestras ideas y nos empuja a alcanzar nuestros sueños.
Estar todo el día criticando a los demás no nos trae nada positivo: Hemos de pasar momentos difíciles y saber superarlos, llenarnos de razones prácticas y argumentos útiles, al menos de vez en cuando.