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Miércoles 06/11/2024
 

Curioso Empedernido

El adiós que es bienvenida

En demasiadas ocasiones lo epidérmico, superficial y protocolario queremos transformarlo en esencial, profundo e importante

A veces intentamos transmitir adioses que son bienvenidas, arenas que son piedras,  olas que no dejan de ser un espejismo en el desierto, propósitos literarios que son el reflejo de una triste torpeza en el juntar palabras., maravillosos recuerdos, que no dejan de ser pura melancolía.

En demasiadas ocasiones lo epidérmico, superficial y protocolario queremos transformarlo en esencial, profundo e importante. No podemos dedicarnos cuando analizamos la realidad en dar unos meros datos informativos.

Tal vez lo importante es que suceda lo que suceda, no seamos capaces de salir de nuestro asombro, que una vuelta de tuerca no suponga ni una extorsión ni una renuncia, que es mejor analizar realidades constatables que apoyar matices fantasiosos.

Nos movemos entre serenidad del pasado, la prisa y el agobio del presente y  la incertidumbre del futuro. De todas formas debía admitir que todo, nos guste  o no, tiene  un correlato concreto, una historia real y un relato con nombre y apellidos...

Hay adioses que son bienvenidas y recepciones que son despedidas  en  toda regla, encuentros que se convierten en encontronazos. A veces, tras muchas búsquedas descubrimos aquello que durante tanto tiempo veníamos   explorando.

Cuando tenemos las cosas demasiado cerca, por muy atractivas y excepcionales que nos parezcan no le concedemos el valor que verdaderamente tienen y experimentamos  una sensación de vértigo temporal que nos aleja de la realidad.

A veces en lugar de dejarnos llevar por las sensaciones, emociones y sentimientos, intelectualizamos demasiado las cosas y acudimos a conceptos abstractos, sin darnos cuenta que este recorrido intelectual nos aleja con frecuencia de la literatura y del lector.                 

Sin embargo, cuando estos conceptos suelen adquirir más fuerza es cuando utilizamos imágenes concretas, en la que hacemos el camino del tiempo, del pasado al futuro, sin salir del presente, y vamos analizando y explorando a fondo las pérdidas de nuestro camino.
Los adioses y las bienvenidas suelen están llenos de sueños y fantasmas, que nos llevan a hacernos preguntas sin fin, entre pensamientos y reflexiones, en los que acabamos preguntándonos entre lo que más nos gusta y lo que más deseamos.

Procuramos que nuestras miradas no se  deslicen de esa distancia experimental, casi científica, sin cercanía afectiva, a pesar del calor que ponen sus protagonistas en encontrar un vínculo ni conocer sus motivos ni justificaciones.

Entre tiras y aflojas, vitalidades y energías, coincidencias y discrepancias, sucesiones y herencias, sospechas y culpabilidades, debemos caminar con decisión o comenzar de nuevo sorprendiendo a propios y extraños.

Hemos de procurar sintonizar siempre con nuestro mejor yo, centrándonos en encontrar el equilibrio y no dejándonos influenciar por personas tóxicas. No debemos quedarnos enganchados por ninguna situación estresante. Debemos seguir luchando por nuestros sueños y estar preparados para conseguir las metas más altas imaginadas.

No podemos anclarnos en el pasado y no disfrutar del presente y aunque lo esencial es invisible a nuestros ojos, no debemos dejar de explorar nuevas maneras de descubrir la realidad.
                     

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