Contar y cantar

Publicado: 13/06/2017
Así hay quienes se consideran unos clásicos sin tener ninguna tradición, y es que probablemente nunca lo hayan sido
Cuando llegamos a cierta edad tenemos muchas cosas que contar, producto de nuestras experiencias y vivencias, del equipaje que hemos ido adquiriendo a lo largo de nuestras vidas. Lo importante no es lo que contamos sino como lo hacemos para ser creíbles y transmitir.

Tal vez no estaría mal que aprendamos a cantar aquello que contamos, entre la ética diamante y la estética brillante, con mucho ritmo y poco ruido, reconociendo que sabemos poco, que no debemos desaprovechar ninguna oportunidad para aprender y avanzar.

Y en ese camino no está de más apartar de nosotros los barullos, los ruidos extremos y el exceso de información, que nos inyectemos ideas nuevas si queremos emprender cosas nuevas., que seamos capaces de  superar la ira, nos quedemos con un gramo de locura y huyamos de la desesperación.

Cuando solo se defiende una sola opción e impera el pensamiento único, estamos negando la esencia de la democracia. Debemos sumar medios y restar obstáculos, aceptar las críticas y filtrar los halagos, y no poner palabras tensas y gestos desagradables en una conversación relajada.

A veces creemos que algo es lo que realmente es y ni se le perece. Así hay quienes se consideran unos clásicos sin tener ninguna tradición, y es que probablemente nunca lo hayan sido. Nos molestan y con razón, ver caras raras a nuestro alrededor, los dictadores que se creen demócratas, las promesas sin inversiones y las adjudicaciones sin ejecuciones.

En nuestros caminares, contares y cantares por esos mundos de Dios, no nos suele gustar de los demás aquello que rechazamos en nosotros mismos. No nos interesa transmitir la verdad y asumir riesgos sino el dinero y la fama.

Dentro del revoltijo de pasiones, se nos  puede ocurrir  una gran idea. Sentimos  paz y armonía e intuimos  vientos nuevos y cambios que sin duda serían positivos.  Si queremos conseguirlos, sabemos que nuestros sueños, requieren constancia y esfuerzo.

Nuestro mundo envuelto entre dichas y plenitudes, afectos y efectos, castigos y perdones, gestos toscos y tonos airados, malvados y miserables, ambiciones y vanidades, culpas y perdones, floreros y floripondios, pasiones y perseverancias, andares y reventares, manjares exquisitos y sabrosos.

Hay quienes en su complejo nos quieren hacer sentir pequeño, caminando nuestra senda en lugar de la propia, procurando estar en la realidad aunque fuera del foco. Entre desviaciones y dispersiones, enganchado y suelto, procurando superar un lenguaje viejo dentro de un discurso nuevo.

Desde las tranquilidades, reposos y disciplinas, no hay nada que debamos preguntar si no somos capaces de escuchar. Y distinguir sin nudos y complicaciones entre lo mismo y lo distinto. Si somos capaces de encontrar las llaves de nuestros corazones   para descubrir el porqué de muchos de nuestros sentimientos.

A veces necesitamos estar en alerta, aunque tengamos que bailar con indeseables  y en esta era de twuiter asombrarnos como el hombre más poderoso del mundo da órdenes y pontifica lanzando tuits a diestro y siniestro, o lo que es igual vemos como gobierna gran parte de mundo a golpe de 140 caracteres.

No debemos irritarnos ni escandalizarnos porque todo buen acto tiene su compensación. Lo deseable es encontrar nuestro norte, avanzando siempre tras la belleza escondida de las personas y cosas, dentro de la ternura cotidiana y alejado de los malos espíritus.

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