Merece la pena

Publicado: 02/05/2017
Su fuerte personalidad le hacía aparecer como alguien que no se sometía a nadie, y que era capaz de neutralizar las influencias negativas
Acababa de terminar su discurso para convencer a sus vecinos que era la mejor opción para ser alcalde de su pueblo. Un lugar perdido en la inmensidad de Castilla –La Mancha. Uno de esos sitios en los que parece que el tiempo se ha detenido y sin embargo las necesidades existen y casi nadie les da solución.

Se lo había pensado mucho hasta dar este paso tan importante en su vida y él que había sido siempre una persona comprometida con la mejora de su realidad, tras deshojar la margarita les había dado el sí a los dirigentes de su partido.

Iba a ser el candidato a la alcaldía, ya no valían más excusas ni análisis dilatorios. Cuando se lo comunicaron y lo hicieron público había sentido un cosquilleo que le recorrió todo el cuerpo, una especie de extraña sensación entre el gozar, la responsabilidad y el vértigo.

Apolo, que así se llamaba nuestro protagonista, era un hombre maduro  que a sus 45 años, además de ser una persona fuertemente ideologizada era tremendamente pragmático. Había aprendido a lo largo de su experiencia política lo que la gente sentía, veía y vivía. En su empatía con los demás  sentía sus problemas, veía lo que les afectaba y vivía como ellos.

Le gustaba dar soluciones reales, tangibles y prácticas no teóricas e imposibles de realizar. Se mostraba como alguien sólido, fuerte y estable, con carisma, con presencia, capacidad de gestión e  involucrado en la realidad de su ciudad.

Su fuerte personalidad le hacía aparecer como alguien que no se sometía a nadie, y que era capaz de neutralizar las influencias negativas de esa gente tóxica que va sembrando desconfianzas, y  tenía  la fuerza de levantar pasiones entre quienes les rodean.

Nuestro candidato se había rodeado de un gran equipo, y por su experiencia y trabajo tenía un profundo conocimiento de las necesidades y demandas de la ciudadanía. Siempre mantenía una presencia en la calle y en los medios de comunicación.

Era un verdadero crack por su carácter, su inquietud y su capacidad de iniciativa. Su energía era altamente contagiosa, y su valentía, dedicación y oportunismo eran indiscutibles .porque era capaz de conseguir cosas que su ciudad necesitaba.

Tenía un alto espíritu de servicio  y era inconcebible que pudiera utilizar su puesto para ejercer un abuso de autoridad y servirse de su puesto para su beneficio personal. Además de su capacidad de comunicador poseía una formación sólida, pero sobre todo lo más importante que veía a la gente era su honorabilidad y honestidad.

Cuando estaba a final de su campaña política, a poco tiempo de que los ciudadanos y ciudadanas hablaran con sus votos, Apolo demostraba cada día que era un sujeto claro y transparente en sus actuaciones  y serio y generoso en sus comportamientos

Casi siempre se veía obligado a conseguir un reto y no era de los políticos que ablandan o endurecen su discurso en función de las elecciones de turno ni tampoco ante  la colección de fraudes y frustraciones se dedicaba a culpar a los demás.

No arrastraba lastres incómodos y sabía zanjar sin dilación asuntos del pasado que le mantenían atado y sin poder tomar decisiones. Entre lo conveniente y lo imprescindible, era capaz de deshacer determinados nudos emocionales que le tenían hecho un lío desde hace tiempo. Era el momento mágico de iniciar una nueva etapa llena de aventuras y sorpresas y de decirse a sí mismo, si realmente había merecido la pena.
                

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