A verlas venir

Publicado: 18/04/2017
Hay gente con mucho futuro que nunca llega porque no hacen nada para verlo hecho realidad, o pronosticadores de cambios que jamás se producen
Nos movemos entre grupos de distintos sectores sociales, laborales, culturales o profesionales y en ocasiones actuamos como si fuéramos elementos de una tribu. En nuestra dicotomía defendemos unos colores frente a otros. Tal vez por eso cuando nos dicen que no tenemos que hacer nada, salvo permanecer quietos y esperar, nos sorprende y nos quedamos perplejos y asombrados.

Tenemos a lo largo y ancho de nuestras vidas determinados vínculos que nos otorgan compañeros de viajes y proyectos y aunque nos sintamos mejor descansando mentalmente, siempre hay ciertas obligaciones que tenemos que cumplir aunque estemos de vacaciones.

Hay gente con mucho futuro que nunca llega porque no hacen nada para verlo hecho realidad, o pronosticadores de cambios que jamás se producen y nos invitan a invertir en productos que nunca son rentables ni se materializan en ningún progreso.

No hacer nada es el deporte preferido de quienes terminan criticándolo todo. Es poco recomendable, alimentar la tristeza y la decepción, y no está mal cambiar el rumbo de nuestras vidas cuando no vemos luz al final del túnel. Entre chollos y gangas, no debemos perder la ocasión de ser consecuentes y coherentes.

Muchas veces, al comienzo de nuestras historias, le dedicamos más tiempo del necesario a aquello que no tiene la importancia debida. Con el tiempo cambiamos  la percepción de las cosas y aprendemos a no temer nada y nos inspiramos  con la  confianza en nosotros mismos.

Entre barbaros y civilizados, despegados y pegajosos, patéticos y lamentables, preferimos ser resolutivos y prácticos para superar muros y fronteras. No podemos permitirnos la quietud ante la injusticia ni el sedentarismo de quedarnos quietos ante una mirada que nos está reclamando ayuda, no debe ser nuestra actitud estar “a verlas venir”

A veces cuando descubrimos un secreto que ha estado mucho tiempo oculto, nos hace replantearnos nuestras vidas para avanzar en la dirección correcta, sin tener prisa por nada por mucho que nos presionen y entendemos que lo que ayer nos parecía raro , hoy lo entendemos con meridiana claridad.

Tenemos que respetar los deseos de los demás, entre ellos el de no hacer nada, y no ponernos pesados o aparecer como erráticos, lunáticos y perdidos. Lo que no podemos ser es obsesivosen el repaso de nuestros papeles y documentos, en los que acabamos descubriendo errores.

También en ocasiones convertimos nuestra existencia en permanentes ensayos de teatro, aunque nos empeñemos en dar pasos adelante para cambiar de aires y llegar a la  meta que nos hemos propuesto. En nuestras reflexiones, descubrimos con frecuencia que estamos llenos de contradicciones y que cuanto más nos empeñamos en encontrar la profundidad de las cosas, más nos perdemos en superficialidades.

No terminamos de entender por mucha atención que le pongamos como hay tanta gente que muere antes de su fallecimiento oficial, no es que se vayan es que ya no estaban y aunque respiraban no sentían sus pulmones llenos de vida, ni escuchaban a pesar de oír, ni mucho menos observaban lo que les rodeaban aunque conservaran intacta su visión.

Intentamos explicar a los demás lo que nos ocurre pero no logramos resumirlo con claridad para que sea comprensible e inteligible, pero vamos descubriendo con la paciencia  de los años que la felicidad está en las pequeñas cosas y debemos aprovecharlas.
                       

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