En la vida como en la política se oye decir con frecuencia “no es el momento”, quizás porque para que una decisión sea acertada ha de ser sincrónica, o lo que es lo mismo tomarla en el tiempo oportuno y unas veces por la ansiedad que provoca el miedo a lo nuevo y otras por un exceso de desidia y permisividad no se acierta.
Con frecuencia hay contactos que no atendemos, y hemos de renovar nuevas estrategias para el éxito y renunciar a planes que de antemano nos parecían excelentes, pero que en la práctica se demuestran nefastos y nos volvemos más pragmáticos que programáticos.
Entre esfuerzos y flojeras no paramos de buscar cual el momento adecuado para tomar la decisión oportuna, y continuamos trabajando mentalmente y buscando la información poco a poco, aprendiendo, enseñando y descansando.
Y tal vez, tras profundas reflexiones o por pura casualidad lo logremos en el último minuto, respirando hondo y cambiando el chip, huyendo del miedo que solo atrae desgracias, cambiando nuestro estilo y huyendo de la cámara de los horrores.
Hay ocasiones en que tenemos antojos y queremos permitírnoslo sin sentirnos culpables, en que se nos presentan oportunidades para no perdérnosla y lo mejor es que sepamos escuchar a los demás y no nos irritemos inútilmente.
Creo que siempre puede ser el momento para cambiar las cosas y que la vida sea mejor. Así cuidar el amor es algo que debemos hacer diariamente. Ser creadores de nuestra propia realidad y evitar que todo siga igual si no nos va bien.
Desde la sensatez y las prendas de la cordura, no debemos admitir ni bulas ni vetos y debemos procurar escuchar con atención los argumentos de los demás. Hemos de fomentar la cautela y la prudencia y mostrar nuestros sentimientos abiertamente.
A caballo de elogios e insultos, culpables e inocentes, unidos y divididos, tranquilos e inquietos, presentes y ausentes, en distintos momentos de nuestras vidas vamos viviendo experiencias que no olvidaremos jamás aunque las cosas se compliquen por los problemas más inesperados.
Tal vez no es el momento de alimentar mitos y no entrenarse para conseguir metas, ser duros en lugar de suaves, olvidándonos de cuidar la pulcritud, la discreción y la meticulosidad. Y que aunque las circunstancias nos confundan no debemos dejar de actuar de acuerdo con nuestros principios...
Saltando de la música a la mística, nos perdemos en la vorágine urbana y no encontramos el momento de hacer lo que siempre quisimos pero nos impedimos. Pecamos de inocentes demasiadas veces y somos objetos de trampas que nos obligan a permanecer con los ojos muy abiertos.
Sin embargo si hay algo, que siguiendo la ley del efecto, nos trae experiencias agradables tenderemos a repetirlas y en el peor de los casos a evitarla. Entre tratos y trucos, invasiones y evasiones, exposiciones y disposiciones, insidiosos y malhumorados hay momentos en que hemos de cantarle las cuarenta al más pintado.
A través de los espejos o atravesando paredes, hay muchos factores que necesitamos tener en cuenta, sabiendo interpretar los signos y señales y entre felicidades y sufrimientos saber sacar partido a cada situación. Tenemos que saber soltar amarras y liberarnos del pasado.