Nuestra realidad está repleta de protagonistas o al menos de aquellos que pretenden serlos, pero también tiene multitud de gente que es como si no existieran, a pesar de que alguna que otra vez se les utiliza por el poder como masa anónima, aunque son ciudadanos y ciudadanas registrados con sus nombres y apellidos, sus figuras son invisibles.
Todos los días desayunamos, almorzamos o cenamos con ellos y ellas, los vemos morir mientras nosotros asistimos al espectáculo de sus ríos rojos en las ciudades y pueblos de Irak, Siria o Afganistán o en cualquiera de los veintidós países que están en guerra y en los que por citar solo un número escalofriante participan más de 300.000 niños-soldados.
Mientras algunos de nuestros políticos manejan cifras y estadísticas con una facilidad pasmosa para jugar con ellas según convenga., hay ciudadanos que viven en plena calle, son personas cada uno con su historia y sus señas de identidad.
Solo en nuestro país hay 300.000 sin techo y 13.500 viviendas de protección oficial vacías y más de 20% de la población vive bajo el umbral de la pobreza, son al igual o cerca de un 22% de desempleo, el segundo después de Grecia.
Todos ellos y muchos más forman aparte de la gran legión de los ausentes, porque aunque existan deciden poco. Hay incluso gente que influye de manera decisiva en los problemas de la sociedad, que manda mucho y no conocemos sus rostros. Son los ausentes aparentes pero influyentes desde la sombra.
Muchas veces da la sensación que aquellos que hemos elegidos para que nos representen en las instituciones y que salen a menudo en todos los medios de comunicación, que fabrican un escenario falso en el que permanentemente actúan , pero no resuelven ninguno de nuestros problemas , es como si no estuvieran y si están al menos no los vemos.
El drama de los refugiados, aquellos que huyen de sus patrias, por razones políticas, los que en caso de quedarse en sus respectivos países son seguro carne de cañón y serán perseguidos y probablemente asesinados por sus ideas. Nos produce indignación que se prometan cifras y condiciones que son sustituidas por vallas y concertinas.
La igualdad entre mujeres y hombres es un principio universal reconocido en nuestra Constitución, en textos internacionales y en la Unión Europea. Sin embargo en la realidad, la igualdad de géneros desgraciadamente no es un hecho ni en términos de poder, ni visibilidad, de remuneración económica ni en la toma de decisiones.
Hay dos cifras sobre las que pueden hilvanarse su presencia y ausencia. A pesar de lo que hemos avanzado, según las cifras oficiales 56 mujeres murieron el pasado año víctimas de la violencia machista y a pesar de ser este el Congreso de los Diputados de los de más representación femenina. Esperemos que pronto tengamos gobierno y sea igual.
Otros que es como si no estuvieran, porque permanecen atrincherados entre moquetas y maderas nobles en sus despachos, rodeados de asesores y bufones que les dan la razón y les impiden pisar la calle como si fueran de otra galaxia y tomar contacto con la gente y la realidad, son algunos profesionales de la política, doctores de la distancia y alérgicos a mojarse y resolver los problemas.
Y finalmente están los que van para no volver, y no acaban de descifrarnos como es el otro lado, tal vez para mantenernos con el misterio de que somos pasajeros de un viaje eterno.