Nos pasamos gran parte de nuestras vidas intentando encontrar las llaves de las soluciones a nuestros problemas, y hablamos y discutimos, sin atrevernos a ensayar por temar a equivocarnos. Con el transcurso del tiempo vamos relativizando todo, y nos damos cuenta que no debe importarnos ni nos hace más débiles el confesar nuestros miedos y compartir nuestras preocupaciones.
Montados en un tobogán emocional nos dejamos llevar por la ola de cada momento y envueltos en una especie de locura, no nos damos cuenta, que en ocasiones, necesitamos estar solos para que las ideas puedan fluir y los sentimientos broten con espontaneidad.
Se nos agota el tiempo y vamos descubriendo que es inútil enfadarse por nimiedades, que no vale de nada persistir en los errores en lugar de aprender a mejorar., que en la época en la que nos ha tocado vivir todo es efímero y pasajero y que ante el agobio y las preocupaciones es mejor el aire fresco que caer preso de las tormentas destructivas.
Hemos de decidir vivir con todas las consecuencias. Mirar para otro lado o aplazar nuestras decisiones no nos ayuda a continuar nuestro camino y conseguir nuestros objetivos. A veces nos metemos solos en un laberinto del que necesitamos salir.
Para superar nuestras dudas y nuestros miedos necesitamos salir de la rutina y procurar divertirnos. Debemos actuar con decisión, confiar en nosotros mismos y en la vida si pretendemos que las cosas nos salgan bien. Somos capaces de realizar lo que nos propongamos, aunque las incertidumbres y los temores traten de acorralarnos.
Pasa el tiempo y con nuestros movimientos, hay ocasiones en las que nos quedamos sin sitio en este pequeño universo. Sentimos la necesidad de decirnos una y otra vez lo buena y maravillosa que son nuestras vidas, y entre gritos de alerta, certezas y equivocaciones, culpables y salvadores, éxitos y fracasos, flaco favor nos hacen quienes no están dispuestos a aprender.
Nos debemos empeñar en hacer lo que corresponde en cada momento entre mentiras y falsedades, resquemores y recelos, sospechas y maquinaciones, inquietudes y desazones, frivolidades y trivialidades, rumores infundados y malas noticias.
Como dice el filósofo español Emilio Lledó, “la cultura nos hace libres” y yo añadiría que la coherencia nos hace creíbles. En cualquier situación de vida debemos aceptar la invitación para escoger cada uno nuestro propio camino y ser capaces de superar con creces las previsiones más optimistas.
Resulta indignante ver como hay gente que con su retórica y demagogia intentan convertir y rebautizar en afanes colectivos y solidarios lo que son solo intereses personales y subjetivos. Y se les oye decir entre palabras fatuas y postureo los muchos sacrificios que han tenido que hacer en nombre del partido, el sindicato o la organización de turno.
En estos días en los que volveremos a ir a las urnas entre la quietud de unos y la frivolidad de otros, hemos escuchado entre concentraciones y distracciones, ver a personajes como decía Oscar Wilde “dale una máscara y te dirá la verdad” y así lo hemos comprobado cuando nos han dicho y repetido una y otra vez una cosa y han hecho justo la contraria .Han predicado no buscar cargos ni recompensas y exigir vicepresidencias y están obsesionados por el poder.
Lamentablemente entre lo determinante y lo anecdótico, a falta de respuestas políticas, afloraran los populismos simplificándolo todo pero no dando soluciones a nada.