Anticebollista

Publicado: 17/09/2021
Autor

Pedro García Vázquez

Pedro García es periodista. Director de Informativos de 7 Televisión y Publicaciones del Sur

Absit Invidia

Con la esperanza de ser entendido por lo que pone, y por lo que no. Eso sí, sin ánimo de ofender ni en castellano, ni en latín

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La gastronomía no está exenta de una profunda división, que se remonta antaño
La polarización y política de frentes no es exclusiva de la política. La gastronomía no está exenta de una profunda división, que se remonta antaño generando dos bandos irreconciliables in saecula saeculorum. El gran debate de la nación de naciones no es cuál debe ser el modelo territorial, ni siquiera cómo debe nombrarse a los integrantes del órgano de gobierno de los jueces. La madre del cordero está en si la tortilla de patata tiene que llevar o no cebolla.

Esta semana, una cafetería de Logroño ha sido noticia de ámbito nacional ya que tiene contemplados gastos extras para quien pida una tortilla sin la planta herbácea antes mencionada. Cobra el plato y, además, un añadido de un euro como especie de penalización por el supuesto mal gusto del cliente. “Con ese euro vamos a financiar la batalla contra los anticebollistas”, han llegado a proclamar desde el establecimiento en cuestión. Y esto ya son palabras mayores.



Uno nada contracorriente desde que era pequeñito. La cebolla en la tortilla es una línea roja en mi propia diplomacia que ni la soberanía china sobre Hong Kong. No la soporto, ni al olfato, ni al gusto, ni siquiera su textura entre papas y huevos. Los anticebollistas somos minoría, pero firmes en nuestras convicciones. Desde niños ya nos preparamos para defender nuestro insigne paladar. El trilerismo en este capital asunto llega hasta el entorno familiar cuando ya en la infancia tu madre te dice que la tortilla no tiene cebolla cuando la realidad es bien distinta.

La persecución a la que hemos sido y somos sometidos nos lleva incluso a la invención de patologías. “Perdone, ¿la tortilla tiene cebolla?”, pregunto. “No lo sé con seguridad”, responde el camarero. “¿Podría preguntar en cocina? Soy alérgico (sin serlo)”, replico. Éste es un ejemplo de los muchos que uno tiene que mantener ante el acoso sometido a los anticebollistas que ahora se cristaliza con el ejemplo de la cafetería de Logroño. De ahí que uno reclame la intervención urgente de las administraciones y del Defensor del Pueblo. Y, no, no. No es algo personal contra esta planta herbácea de la que disfruto en ensaladas sin recelo alguno. Tampoco rechazo que las papas y el huevo compartan sartén y aceite en una especie de jolgorio gastronómico con chorizos o pimientos verdes, incluso hasta rojos. Es solo que la tortilla de papas, para mí, mejor sin cebolla. Qué le vamos a hacer. 

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