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El jardín de Bomarzo

Queridos R Magos

Os pediré cosas que nos vendrían bien a todos. Dos mil veinte ha resultado tan duro que a uno le hierve el derecho de pedir casi un trozo de luna

Publicado: 31/12/2020 ·
11:43
· Actualizado: 31/12/2020 · 12:22
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Bomarzo

Bomarzo y sus míticos monstruos de la famosa ruta italiana de Viterbo en versión andaluza

El jardín de Bomarzo

Todos están invitados a visitar el jardín de Bomarzo. Ningún lugar mejor para saber lo que se cuece en la política andaluza

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"Así es la vida: primero uno cree en los Reyes Magos, luego uno no cree en los Reyes Magos y, al final, uno es un Rey Mago".

Este año seré conciso, queridos Reyes Magos. Ante una Navidad nada típica tras un año atípico, la visita de sus reales majestades apenas produce expectación en las mentes necesitadas de sueños por cuanto la tarde del cinco de enero las calles lucirán desérticas, las tiendas con poco tránsito de personal en busca del regalo de última hora, nada de empujones encarnizados por caramelos para que todos arrebujados en el suelo luchemos en su captura y ya varemos qué año volveremos a tener confianza para meternos en la pelea de ahí abajo por tan escaso premio; nos queda el roscón, eso sí, que comeremos gustosos en el desayuno de nuestra mañana para recordar algo de una magia ahora venida a menos. Ya sé, mi carta arranca tibia y gris como el recuerdo de este año, por fin acabado, como este presente vírico donde a uno le quedan pocas ganas de desear otra cosa que no sea el fin de la tristeza y que se haga realidad la esperanza. Por tanto, mi primera petición es, y podría ser casi la única, que vuelva la risa, el sonido de la risa, las caras al aire que muestran la risa, gente riendo porque lo peor es que nos hemos distanciado y con las mascarillas la risa ha desaparecido de nuestras vidas. Necesitamos sonoras risotadas de esas que te dejan el cuerpo a gusto de verdad. Risas y abrazos. Eso quiero para todos.

Este 2020 no pediré regalos personalizados para aquellos que de un modo u otro participan de este jardín como viene siendo tradicional; este año, queridos Magos, mejor pediré para todos regalos imposibles para que en el que caso de no ser concedidos no sea por no haberlos pedido. Os pediré cosas que nos vendrían bien a todos. Dos mil veinte ha resultado tan duro que a uno le hierve el derecho de pedir casi un trozo de luna.


Yo quisiera que en la política hubiese menos personalismos. Ya sé, se puede pedir en el gremio otras muchas cosas al estilo de más compromiso con la verdad, lucha real y no este juego de naipes por el electorado que les vota, honestidad absoluta, pero este año me conformaría con una política sin confrontaciones personales, sin juego sucio y no ver siempre los intereses personales por delante de los comunes y que cuando sea evidente que a uno o a una se le ha pasado eso de ser personaje público votable tenga la decencia de, en silencio, marcharse sin molestar, sin hacer ruido, al estilo de mi querida amiga Inma Muñoz que tras trece años de concejal de Hacienda en Sanlúcar ha dimitido y se ha vuelto a su puesto de trabajo. Así, sin más. Ha dejado las cuentas de su ayuntamiento mejor de lo que han estado jamás y se ha ido sin hacer ruido, sin portazos, dando ejemplo de que en política, efectivamente, hay gente que cree en el sentido exacto de la función pública y que cuando la cumple coge la misma puerta por la que vino y se marcha para perderse en el anonimato. Dimitir es una hermosa palabra, que honra a quien la lleva a cabo, sea cual sea el motivo, pero hay que tener nivel y altura para atreverse a conjugar el verbo y, por desgracia, no abunda sino lo contrario, la desmesurada prepotencia de quienes se creen imprescindibles o la soberbia de aquellos que piensan que sus errores no cuentan, solo los del de enfrente.

El mundo en general y su pensamiento global está en permanente ebullición y, qué duda cabe, evoluciona cuando se le educa de manera correcta. Hoy sería impensable aceptar que alguien estuviera fumando en un local cerrado o en un transporte público, ver una agresión machista sin actuar y tomanmos conciencia de la necesidad de cuidar el medio ambiente, de reciclar, del peligro que suponen los plásticos. Pero, queridos Reyes, me gustaría pedir que se avanzase en la no permisividad de la mentira social aceptada porque, en general, la aceptamos. Al menos no la castigamos. Muchas veces la difundimos y no valoramos el enorme daño que nos hace como colectivo en formarnos una opinión cuando buena parte de la información que recibimos se basa en mentiras. Es, además, la gran oportunidad que tienen los medios de comunicación serios de apostar por la calidad informativa y diferenciarse de todos aquellos que abusan del titular falseado para captar clicks y venderse como lo que no son. La buena información tiene un coste, todo lo que contenga calidad lo tiene, y la sociedad debe entender que cuando consume gratis engulle también mucha basura. Ser inflexibles ante la mentira, por tanto.

La justicia es darle a cada cual lo que es suyo en derecho y, sin justicia, ¿qué serían los reinos sino un vasto pillaje? -San Agustín-. Pero es obvio que la justicia en demasiadas ocasiones no es justa y tampoco humana, pareciendo no importar nada el sufrimiento de quienes padecen su lentitud y aún más los muchos casos de sinrazón. Y aún es peor cuando la justicia se utiliza como arma arrojadiza política,  jueces y fiscales dejándose usar sin poner un cordón sanitario ante las denuncias que sólo buscan titulares y hacer daño. Algo cada día más frecuente cuando para derribar oponentes políticos lo único que se pretende es intentar sentarle en el banquillo, aunque termine absuelto, porque hasta tanto las noticias y juicios paralelos públicos habrán acabado con la necesaria imagen de integridad que se le exige a quienes nos gobiernan o pretenden hacerlo. Cuando una sociedad pierde la confianza en el poder judicial, se fractura su cimiento principal. Por eso, este regalo es petición directa a su majestad Baltasar, que invada de mirra la justicia para que con su fuerte olor llene de espiritualidad a jueces y fiscales y haga que en todos impere la justicia, la equidad y la sensibilidad. 

Una sociedad más solidaria con los desfavorecidos y sin envidias hacia los que triunfan, donde persiga el objetivo de mejorar la vida de todos  desde la paz, sin bandos, sin discriminaciones, sin odios y sin sacar del baúl viejas rencillas -es mucho, lo sé...-. Una sociedad que no se deje arrastrar por los intereses y que sea capaz de discernir entre malos y buenos, que use la memoria para no caer en viejos errores, que no consienta formar parte de rebaños y expulse a los que se presentan como pastores prestos a dirigirles. Una sociedad que no engulla, sin  más, todo lo que le llega por las redes y medios, que lea, piense, compare y reflexione.

  Salud, por supuesto, para todo el mundo sin excepción; para los conocidos, queridos, desconocidos, amigos íntimos y de segunda capa y, sobre todo, posibles enemigos, salud a raudales -Cela en La Familia de Pascual Duarte: "A mis enemigos, que tanto me han ayudado en mi carrera"-. Este año ha sido un aprendizaje colectivo de algo que dábamos por descontado y es que la humanidad, en general, es un ente sano y hemos palpado de cerca nuestra fragilidad, valoramos por tanto que somos frágiles y eso nos hace más humanos. Por tanto, quiero salud, pero como es pedir demasiado, me conformaría con que valoráramos en su justa medida lo importante que es estar sano, lo necesaria que es la solidaridad en esta materia, lo hermoso que es vivir y el tiempo que perdemos en guerras estériles.

Queridas Majestades, bien sabéis que no hay nada más hermoso que despertarse el día de Reyes y encontrar los regalos porque en ese instante todos nos sentimos niños y qué bonito es ser niña o niño, sentir y expresar con la ilusión y la intensidad que ellos lo hacen. Que no nos falte la ilusión pido también, aunque solo sea por un rato al año, pero sigamos sintiéndola porque eso alimenta el alma y un alma nutrida es feliz. La felicidad es alegría y, tras ella, llegan las risas. Por eso, por las risas y por la magia para todos brindaré este final de año con una buena copa de vino de mi amada tierra a la salud de todos los que a veces tienen el interés de pasear por estas líneas y aunque sé que este año pido mucho e igual más fácil era un trozo de luna, la perseverancia anida en la antesala del éxito. Queridos, buen 2021.

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