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Viernes 01/11/2024
 

Arcos

“El lirismo debe estar presente en la poesía solo en su justa medida”

Gracias a su obra 'Toda la violencia'

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  • Abraham Guerrero ya ganó el premio ‘Alcaraván’ de Poesía y, ahora, el ‘Adonáis’. -

Pedro Sevilla
Arcos

'Toda la violencia', de Abraham Guerrero, poeta arcense, ha ganado el Premio 'Adonáis' de Poesía 2020. Está feliz y apesadumbrado; dice que está feliz por el reconocimiento a su poesía y apesadumbrado por compartir nómina con grandes nombre que han ganado ese premio. La pesadumbre, la inquietud constante, es capital en un poeta puesto que con ella se contrae, o debe contraerse, una grandísima responsabilidad. Ser poeta es una responsabilidad muy grande y uno debe ejercitarse en la humildad, en el agradecimiento y el alborozo de haber sido signado por la gracia de unir palabras y ritmo para crear mundos. De todos estos temas –y del Covid, sí, del Covid- hemos hablado con él y ha quedado esto:

Dice el jurado del Premio ‘Adonáis’, que acaba usted de ganar en la edición de este año, que su poesía conjuga el realismo social con el componente lírico. ¿Va por ahí la cosa?
–Creo que sí. Yo no puedo decirlo con certeza porque probablemente no lo vea desde el prisma de un lector ajeno a la obra, pero creo que va por ahí. El poemario, titulado 'Toda la violencia', tiene como temática central lo que Johan Galtung llamó violencia invisible, es decir, la violencia que no es física. Aunque Johan Galtung se centra mucho en el componente social (al menos lo que yo he leído de él), yo he dividido el libro en cinco violencias diferentes, que son cinco elementos los cuales considero que nos pueden violentar como seres humanos. Esos elementos son la familia, el amor, la muerte, la escritura y el capitalismo. Si te fijas, son todos temas muy tradicionales. Además, cuando escribí el libro, me propuse combinar la lengua que se habla en la calle con la tradición métrica. No me gusta la poesía que es muy muy lírica, pienso que el lirismo debe estar presente en la poesía solo en su justa medida, aunque obviamente, al ser poesía, imagino que el libro lo tendrá. Y sí es cierto que el libro contiene algunos poemas de temática social, aunque creo que no es una temática al uso. Me he centrado sobre todo en las exigencias que se nos ha impuesto como generación y que luego no hemos sido correspondidos.

En Arcos se le considera poeta, que no es poca cosa. ¿Se considera usted, también, heredero o continuador de la fructuosa tradición poética de Arcos?
–Yo siempre digo, cuando me hablan desde fuera del pueblo, que en Arcos ha habido y hay muy buenos poetas. Ser heredero o no de esa tradición tienen que decidirlo los lectores. Una de las cosas que más he reflexionado cuando he asimilado el premio ha sido los nombres arcenses que han publicado en esa colección. Creo que han sido Murciano, Antonio Hernández y Velázquez-Gaztelu, si me olvido de alguien o me equivoco, perdónenme. Pues bien, si tomo en consideración el caso de Hernández, pienso en lo grande que me parece su poesía, en la altura poética donde lo tengo, porque me parece un excelentísimo escritor. Antonio Hernández fue accésit del Premio 'Adonáis' si no me equivoco, y yo he conseguido ganarlo. Cuando pienso en eso me digo “buah, es una locura”, y ahí me doy cuenta de que es algo importante. Con esto no quiero decir que sea mejor poeta que Antonio Hernández, eso nunca se me ha pasado ni se me pasará por la cabeza. Lo que sí soy es un ferviente lector de la poesía arcense. Me gustas mucho tú como poeta, por ejemplo. He leído mucho tu obra. Me gusta mucho María Jesús Ortega, que acaba de publicar ahora un libro que estoy deseando hacerme con él. Creo que Antonio Hernández, con Nuevo York después de muerto, ha escrito uno de las grandes libros de la poesía del s. XXI. Pepa, Jorge de Arco. Sois gente que me influye mucho. Y por supuesto, los clásicos. Me enamora la poesía de Julio Mariscal, por ejemplo, y la considero obligatoria. Carlos Murciano también me parece una bestialidad. Bebo mucho de vosotros, y ojalá se me considere heredero de la poesía de Arcos.


A cierta edad uno comprende que lo más revolucionario, en poesía y en más sitios, es ser tradicional, es decir, adscribirse al caudal frondoso de lo auténtico, de la poesía como sinónimo de verdad, de belleza y de bondad, sin fuegos de artificios ni caireles. ¿Sí o no?
–Hay libros, escritos por compañeros, que se salen de los márgenes de la tradición y que me parecen obras poéticas bellísimas. Cito, por ejemplo, Canal, de Javier Fernández, o cualquier libro de Ángelo Néstore, o Los días hábiles, de Carlos Catena. Como expliqué antes, me propuse mezclar la actualidad con la métrica tradicional, no por nada, sino porque me fascina ese juego métrico con un lenguaje actual. Eso lo hace excelentemente bien Ben Clark, por ejemplo, va jugando con un discurso donde el tono poético no es muy elevado pero a su vez lo está vistiendo con un traje sumamente tradicional, como es la escritura entre trisílabos, pentasílabos, heptasílabos, endecasílabos, etc., con acento en la sexta y todas esas cosas con las que nos devanamos el cerebro. Creo que ahí puede estar la novedad del libro, aunque yo se la doy a la estructura que tiene y a la temática.

‘Los días perros’ fue su primer libro, que nació en la editorial ‘Isla de Siltolá’. Desde aquel libro del desarraigo, del acomodo siempre traumático en otro clima, en otra luz y, sobre todo, en otro idioma, salta ahora a este ‘Toda la violencia’ donde escribe arrastrando los dedos sobre la cuchilla de afeitar de la memoria, hiriéndose sin cesar. Este libro ganador, tan vivo, está lleno de muertos, de dolor y de muertos.  ¿Sí o no?
– Me gusta mucho la literatura que trata sobre la muerte. Es lo primero que me llamó la atención de la poesía, creo. Los sonetos morales y filosóficos de Quevedo, por ejemplo, fueron mi primera lectura honda. Volviendo a Ángelo Néstore, cuya poesía gira en torno a la temática queer, me impresionó mucho de su último libro la última parte donde la muerte toma un papel central. Al fin y al cabo, la muerte, el amor, el tiempo, son temas que, aunque ya muy representados en la literatura, siempre van a tener vigencia absoluta porque mueve mucho el pensamiento del ser humano.

Algunos parece que el 2020 lo van a recordar no sólo como el año del Covid. Para usted, sin dejar de lado el dolor mundial, imagino que el 2020 será también el año del Adonáis. ¿A que sí?
– El año 2020 va a ser el año del Covid, y no voy a dejar de recordarlo como un año malo. Ha fallecido gente a la que he querido muchísimo, aposté casi todo lo que tenía a un examen de oposiciones que se canceló, saboreé de nuevo la violencia que supone estar sin dinero. He llorado mucho. Sin embargo, me  ha dado también las cosas más importantes que me han sucedido en la vida. El confinamiento me permitió centrarme en el libro, y leer, sobre todo leer mucho, todo cuanto podía, pues era consciente de que esa situación no se me iba a dar más en la vida. Además, es la primera vez que me han requerido para trabajar en la educación pública, otra de mis debilidades, y para finalizar, el Adonáis, que puedo asegurar que es lo que más feliz me ha hecho. Los premios en literatura no son lo más importante, pero uno se siente bien cuando le reconocen el trabajo, y que sea un premio conocido por su prestigio te llena de mucha alegría, además de pavor, porque de vez en cuando repaso la lista tanto de ganadores y de accésits y siento vértigo. Ahora nos queda esperar qué sucede en 2021, aunque yo ya tengo el deseo pensado, y es que el libro sea bien acogido por los lectores que, aunque suene a manido bien queda, al final tener lectores es el mejor premio que puede recibir un escritor, que es lo que intento ser.

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