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El jardín de Bomarzo

El frentismo nacional

La cuestión de las dos Españas va intrínsecamente unida a nuestra historia, estudiada por los autores en la segunda mitad del siglo XIX

Publicado: 15/05/2020 ·
10:59
· Actualizado: 15/05/2020 · 10:59
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Bomarzo

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"Cuando te pillan en un asunto, hay que crear un asunto dentro del asunto hasta que nadie entienda nada". Teorema de Pasqua, ex ministro del Interior francés.

La cuestión de las dos Españas va intrínsecamente unida a nuestra historia, estudiada por los autores en la segunda mitad del siglo XIX y especialmente por aquellos de la generación del 98 como Unamuno, Ortega, Valle Inclán, Machado…, y por los sucesores de la generación de 1914 con el debate llamado del Ser de España. Ya en el siglo XVII  Quevedo destacó la decadencia española y, décadas después, se produjo la división de nuestra patria entre castizos y afrancesados. Dos bandos, siempre dos: "Aquí yace media España, murió de la otra media", decía Larra en 1836. Luego la división se politizó con la cuestión social entre izquierdas y derecha, desembocando en el mayor enfrentamiento de nuestro pueblo con una guerra civil entre hermanos: las graves consecuencias del conflicto bélico, las muertes en todas las familias, los fusilamientos, los tiros en la nuca, las detenciones y juicios rápidos en uno y otro bando, las cunetas, las desapariciones, las cartillas de racionamiento, el miedo. Y, después, una vez terminada la guerra, esa España hundida y derruida, la hambruna y la opresión del dictador, todo grabado a fuego en las familias, los que lo vivieron no dejaron de contarlo a hijos y nietos de tal modo que durante la segunda mitad del siglo XX no había ánimo de más enfrentamientos y solo movimientos como el de Blas Piñar y su Fuerza Nueva desplegada por las calles del barrio de Salamanca de Madrid para goce de los que añoraban el franquismo y que, blandiendo banderas, intentaban captar adeptos apelando al patriotismo. Pero los españoles de entonces tenían fresca la memoria y querían paz, unión y tranquilidad, reflejo de ello fue el éxito de la transición con el consenso de todas las fuerzas políticas democráticas.

La ultraderecha desapareció durante treinta años del mapa político. No obstante, la derecha democrática de AP y luego PP hicieron suya la bandera como signos patrióticos, permitido torpemente por la izquierda, para que durante décadas resultara el símbolo claro que distinguía al facha; solo los éxitos del fútbol nacional han logrado unir a ambos bandos bajo los colores nacionales para blandir banderas en los balcones por gente de derechas e izquierdas -eso y el separatismo catalán-. Pero tal y como es el caso estos días basta que un conflicto se instale en el país para que de nuevo los bandos se agrupen como ejércitos que tras las colinas palpitan ansiosos en espera de que una orden les llame a combate. Republicanos y nacionales gustan tanto de pertenecer a su bando como de vilipendiar al contrario, es nuestra querida España, esta España mía, esta España nuestra, ay Dios. Y lo que sucede además estos días es tan extremo que está provocando que se agrupen en bandos no solo los fieles habituales de cada extremo sino a sus más o menos simpatizantes, despoblando al centro. A diario hay asuntos por los que tomar partida: las ruedas de prensa del gobierno y la censura inicial, los datos por comunidades, las competencias transferidas y las responsabilidades derivadas de ellas, el importe destinado a fondo perdido a las comunidades autónomas y el criterio para el posterior reparto, el plan de desescalada o el plan de salida de los niños, el criterio para determinar el plan de desescalada, el hospital de Ifema si bien o mal, las muertes en los centros de mayores de casi todas las comunidades autónomas, todo lo referente a la comunidad de Madrid y a los brazos en cruz de su ínclita presidente, ahora su apartamento y el coste del mismo, los malditos expertos y quién da sus nombres y quién no los da y, sobre todo, por qué uno lo hace y cuándo y por qué otro no, estado de alarma sí o estado de alarma no... Y en cada tema no hay grises, ni matices, lo cual invita a participar de este colectivo frentismo nacional -cara al sol o hacerlo a la sombra de los pinos- y, claro está, a tomar partido ideológico, por tanto a ubicarse -o re- electoralmente. Todo ello con la novedosa ayuda de las redes y los bulos de autores anónimos con total impunidad legal.

Las caceroladas en el barrio de Salamanca de Madrid, en una ubicación geográfica y social no casual, exhibiendo la bandera española a modo de capa, retrotrae a los madrileños a los años 70 del siglo pasado, todo ello unido al grito de "gobierno dimisión" sin dar a conocer cuáles son los motivos concretos por los que éste debe dimitir y, lo que es peor, sin dar detalles de la alternativa que los organizadores proponen porque el plan b brilla por ausente. El otro bando, atrincherado en una defensa a ultranza del gobierno, iniciando la respuesta con ataques y empezando a sacar los trapos sucios de la gestión de las administraciones regidas por su adversario político -el apartamento de Ayuso es un ejemplo de cómo cuando te pillan en un asunto, hay que crear un asunto dentro del asunto hasta que nadie entienda nada...-. Y los españoles, sin darnos cuenta, nos dejamos manipular por unos y otros, alineándonos con el bando que mejor sabe captar unos sentimientos -o intereses- tan a flor de piel tras esta pandemia.

Electoral. En estas, Gad 3 saca una encuesta para ABC, claramente en el bando nacional, donde Narciso Michavila le echa un capote a Pablo Casado al asegurar que el PP subiría hasta los 115 escaños y pondría en peligro la mayoría del PSOE gracias a captar hasta 250.000 votos de este partido y casi 650.000 de Ciudadanos, que volvería a caer en proporción parecida a VOX -según esta encuestadora-; es decir, todos pierden excepto PP y eso, en principio, parece extraño cuando estudios solventes recientes indican claramente que un buen número de ciudadanos entienden que la magnitud de la epidemia dificultaba su previsión y que, por tanto, cualquier otro gobierno hubiera actuado de manera más o menos parecida y basta echar un ojo al resto de Europa o mundo; una opinión transversal en la izquierda y compartida en parte en el centro derecha, pero minoritaria en la derecha. Es cierto que la mayoría de los votantes de VOX y tres cuartos de PP y Cs acusan a los responsables políticos y técnicos de faltar a la verdad ocultando datos o minimizando su gravedad. Cs ha conseguido emanar una posición más centrada gracias a la gestión de su nueva estrategia de mantenerse al margen, mientras que el PP se ha radicalizado -es la derecha de Aznar- por encima de la social y económica, que ante esta situación es más partidaria de acuerdos y unidad de todos para salir de la crisis. El PP arrebata votos a VOX con su estrategia de dureza contra Sánchez y pilares para ello son tanto Cayetana Álvarez de Toledo como Isabel Díaz Ayuso para compensar la debilidad de liderazgo de Casado, que aún se muestra poco consistente frente al recuerdo de un Rajoy al que la militancia echa de menos y más cuando una situación como la actual requería de esa pausa gallega moderada que distinguía al ex presidente. Por encima de todo, una cuestión: buena parte de la opinión pública cree que lo importante ahora es salir de la crisis y pedir responsabilidades después, rechazando por tanto el frentismo y la dureza de VOX y PP contra el gobierno pese a que razones puedan haber sobradas para la crítica, pero no es momento porque a pesar de que es generalizada la opinión de que el gobierno del PSOE no lo ha hecho bien, poco hubiese cambiado si la gestión hubiese estado en manos de otro. Y esto electoralmente, para aquellos que hacen del frentismo una calculadora a futuro, tiene la consecuencia clara de que el PSOE mantiene la situación electoral que tenía antes de la crisis, el PP crece algo pero seguramente no tanto como afirma Gad 3, VOX cae porque su guerra sucia de corte pandillero desanima en parte al que se apuntó a últimas por rebeldía, Cs crece porque la moderación ahora premia y acierta cercando su espectro político en un centro deshabitado y dando a su partido ese carácter de bisagra que distingue al centro, Unidas P se mantiene pero a la baja porque politizar el dolor aún no da resultados y porque el PSOE pesca de su arroyo.

Distinto será la opinión del electorado cuando se haga balance de la gestión sanitaria de gobierno y comunidades autónomas. Y también de la gestión económica derivada de la crisis, la que se avecina, si bien el gobierno en colación de Sánchez e Iglesias llevan aprobando continuas medidas sociales y económicas con reparto millonario de euros que no se sabe de dónde saldrán y, además,  preparan un antídoto eficiente con el que, también y de paso, paliar el daño político: mínimo vital y pagas que oscilarán desde los 462 hasta los 1.015 euros para un escudo social que alcanzará a 1,1 millones de personas y que, con sus familias alrededor, conforman una tropa enorme dispuesta a combatir para el bando republicano al primer toque de corneta. Y lo saben. 

 Tasas Google y Tobin es como se denominan las medidas fiscales contra la riqueza que el gobierno de Sánchez viene preparando y que provoca los nervios del poder económico en manos de las grandes fortunas. La Tasa Google: afecta a empresas cuyo importe neto de su cifra de negocios supere los 750 millones a nivel mundial y cuyos ingresos derivados de los servicios digitales sobrepase los 3 millones en España. La Tasa Tobin: grava un 0,2 por ciento la compra de acciones de sociedades españolas cotizadas y con capitalización bursátil superior a 1.000 millones para ingresar 850 millones. Además, el Impuesto sobre el patrimonio con una subida del 1 por ciento para las fortunas de más de 10 millones, a lo que se suma la lucha contra las fortunas en dinero negro con la limitación de los pagos en efectivo de 2.500 a 1.000 euros -algo que ya quiso hacer el PP de Rajoy y que retrocedió ante las presiones del momento y que supondrá un mayor control sobre la circulación de dinero-. Medidas que afectan a muchos inquilinos del barrio de Salamanca de Madrid, también a los dueños de grandes empresas, de grupos de comunicación, en definitiva a muchos que sostienen a partidos del bando nacional y que se ven amenazados por los del republicano. Unos 120.000 contribuyentes que controlan los resortes del poder económico y que ya mueven ficha para derribar a un gobierno que amenaza con arrebatarles parte de su patrimonio. Unos pelean por mantener su fortuna y, si es obtenida lícitamente, en su derecho están, otros por lograr parte de ella ante la necesidad y con la justificación humana de propiciar un reparto más equitativo. La clave del frentismo, por tanto, es la economía, la pasta. Unos la tienen y la guardan, otros la quieren y la asaltan. Felipe González, en cuanto lo tuvo claro, se alineó con la banca y los grandes empresarios, un entente cordial que le mantuvo en el poder pese a huelgas generales convocadas hasta por la propia UGT. El tiempo dirá cuál de los bandos vence esta vez.   

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