Estocada a la Fiesta de La Bulería en la Plaza de Toros
La edición del sábado fue la más lamentable de las 42 ediciones celebradas en el coso de calle Circo
La Fiesta de La Bulería ha podido empezar a despedirse del imaginario colectivo de los grandes cabales del arte flamenco, que durante años llenaron el coso taurino de la calle Circo, asistiendo a eventos donde las primeras figuras del género, tanto locales como foráneas, se citaban en Jerez para desempeñar una labor tan seria como es la de ser artista jondo... y más en Jerez, con su impresionante historia a sus espaldas en esta materia, delante de un público muy entendido que, a pesar de las neveras y demás viandas que portan en los tendidos, siempre supo preservar su identidad como reputados analistas y buenos melómanos del flamenco. Lo del sábado, en cambio, fue un triste espectáculo circense. Acaso el penúltimo canto al despropósito al que ha llegado este veterano evento, que debe cambiar sus estructuras ipso facto si no desea sucumbir ante la decepción de quienes aún esperan el resurgir de la cabalidad de la Fiesta de La Bulería. Paupérrimo homenaje a Parrilla, en tanto que fue un mayúsculo emblema de un pueblo acostumbrado a los buenos soniquetes flamencos.
El estreno del espectáculo no tuvo nada del otro mundo, pero hay que reconocer que la emotividad presidió el acto, pues se trataba de la familia Parilla, con un destacado Juan al violín, acaso el número más bello de cuantos expusieron los miembros de este nutrido elenco, compuesto por Rocío, Malena, Gregorio, el citado Juan, Manuel y Bernardo Parilla, Sandra Rincón, Luis de Periquín, Gregorio Fernández y Marco. Demasiado tiempo. No obstante, era la familia del homenajeado y había que ser condescendientes. El aperitivo fue aceptable... si luego hubieran venido números a la altura de las circunstancias.
Aparece Manuel Moneo en las tablas, acompañado a las seis cuerdas por Barullito, y el tedio que se vaticinaba en los prolegómenos cambió temporalmente durante los minutos que estuvo el cantaor en el escenario. Con mucha solidez y sentimiento, Manuel se entregó haciendo hincapié en el profundo rasgo jondo que tiene, en todos los palos que interpretó: soleá por bulerías, seguiriyas, fandangos, martinetes y bulerías.
Al filo del descanso se conocieron los datos sobre la afluencia de espectadores al recinto que, como era de esperar, fue menor que la de otros años: 3.000 personas, cuando lo habitual, como mínino, es doblar esta cifra, si no triplicarla. Y que tampoco se objete que el partido de la selección fue clave para el escaso interés popular y mediático.
El Farru llegó a Jerez con el aval conferido por el histórico Farruco a una familia que se ha limitado a vivir de ese recuerdo. No son malos artistas, ¡pero tan monótonos! Simón Román, Antonio Villar y Pedro Granaíno estuvieron al cante, y Jesuli y Antonio Rey a las guitarras.
La despedida (¿y cierre?) fue para olvidar. Conste que duele –y mucho– escribir esto, pero no hay más cera que la que arde. Junto a Diego Carrasco, se alinearon un sinfín de artistas, entre los que destacaban los flamenquísimos David de María y Junior.
En resumen: una Fiesta de La Bulería que ha sido consecuencia de la dejadez. Entiendo que bien podemos catalogarla como la peor de cuantas han tenido lugar hasta la fecha, trastocándose su viejo prestigio internacional en un pitorreo lastimoso e hiriente para la sensibilidad flamenca.
La crisis, pretexto socorrido para una justificación
La crisis ecónomica en la que estamos envueltos no debe justificar el desafuero que se vio en la Plaza de Toros anteayer sábado, en un homenaje a uno de los más insignes artistas de Jerez de la Frontera como fue el guitarrista Parilla, al que se le dedicó la Fiesta de La Bulería a título póstumo. Pero, ¿realmente es la crisis el detonante de esta hecatombe? No, más bien se trata de una falta latente de interés por recuperar, más allá de la palabrería hueca, el nivel flamenco que, por justas razones históricas, le pertenece a este pueblo. ¿Qué habría que hacer? Quien debe mover ficha en este terreno es el Área de Cultura del Ayuntamieno de Jerez. Quizás con un cartel más corto en cuanto a la composición de nombres, pero con más enjundia cabal, hubiésemos disfrutado más con buen cante y baile flamenco. Porque hace falta tener ideas, no sólo dinero, ya que los artistas del otro día cobrarán en mayor o menor medida, supongo... y eran un montón. Es muy triste admitirlo, pero las obviedades son harto elocuentes: cualquier pueblo de Andalucía tiene figuras de primer orden en sus tablaos y aquí en Jerez, no. Sobre todo, en esos otros pueblos no tienen representantes municipales que se dedican a repetir consignas con aires de grandeza sobre la magnificencia de Jerez que nada significan, pues luego actúan en sentido inverso. Digo una cosa, hago la otra.
El estreno del espectáculo no tuvo nada del otro mundo, pero hay que reconocer que la emotividad presidió el acto, pues se trataba de la familia Parilla, con un destacado Juan al violín, acaso el número más bello de cuantos expusieron los miembros de este nutrido elenco, compuesto por Rocío, Malena, Gregorio, el citado Juan, Manuel y Bernardo Parilla, Sandra Rincón, Luis de Periquín, Gregorio Fernández y Marco. Demasiado tiempo. No obstante, era la familia del homenajeado y había que ser condescendientes. El aperitivo fue aceptable... si luego hubieran venido números a la altura de las circunstancias.
Aparece Manuel Moneo en las tablas, acompañado a las seis cuerdas por Barullito, y el tedio que se vaticinaba en los prolegómenos cambió temporalmente durante los minutos que estuvo el cantaor en el escenario. Con mucha solidez y sentimiento, Manuel se entregó haciendo hincapié en el profundo rasgo jondo que tiene, en todos los palos que interpretó: soleá por bulerías, seguiriyas, fandangos, martinetes y bulerías.
Al filo del descanso se conocieron los datos sobre la afluencia de espectadores al recinto que, como era de esperar, fue menor que la de otros años: 3.000 personas, cuando lo habitual, como mínino, es doblar esta cifra, si no triplicarla. Y que tampoco se objete que el partido de la selección fue clave para el escaso interés popular y mediático.
El Farru llegó a Jerez con el aval conferido por el histórico Farruco a una familia que se ha limitado a vivir de ese recuerdo. No son malos artistas, ¡pero tan monótonos! Simón Román, Antonio Villar y Pedro Granaíno estuvieron al cante, y Jesuli y Antonio Rey a las guitarras.
La despedida (¿y cierre?) fue para olvidar. Conste que duele –y mucho– escribir esto, pero no hay más cera que la que arde. Junto a Diego Carrasco, se alinearon un sinfín de artistas, entre los que destacaban los flamenquísimos David de María y Junior.
En resumen: una Fiesta de La Bulería que ha sido consecuencia de la dejadez. Entiendo que bien podemos catalogarla como la peor de cuantas han tenido lugar hasta la fecha, trastocándose su viejo prestigio internacional en un pitorreo lastimoso e hiriente para la sensibilidad flamenca.
La crisis, pretexto socorrido para una justificación
La crisis ecónomica en la que estamos envueltos no debe justificar el desafuero que se vio en la Plaza de Toros anteayer sábado, en un homenaje a uno de los más insignes artistas de Jerez de la Frontera como fue el guitarrista Parilla, al que se le dedicó la Fiesta de La Bulería a título póstumo. Pero, ¿realmente es la crisis el detonante de esta hecatombe? No, más bien se trata de una falta latente de interés por recuperar, más allá de la palabrería hueca, el nivel flamenco que, por justas razones históricas, le pertenece a este pueblo. ¿Qué habría que hacer? Quien debe mover ficha en este terreno es el Área de Cultura del Ayuntamieno de Jerez. Quizás con un cartel más corto en cuanto a la composición de nombres, pero con más enjundia cabal, hubiésemos disfrutado más con buen cante y baile flamenco. Porque hace falta tener ideas, no sólo dinero, ya que los artistas del otro día cobrarán en mayor o menor medida, supongo... y eran un montón. Es muy triste admitirlo, pero las obviedades son harto elocuentes: cualquier pueblo de Andalucía tiene figuras de primer orden en sus tablaos y aquí en Jerez, no. Sobre todo, en esos otros pueblos no tienen representantes municipales que se dedican a repetir consignas con aires de grandeza sobre la magnificencia de Jerez que nada significan, pues luego actúan en sentido inverso. Digo una cosa, hago la otra.
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