Para quienes no tienen escrúpulos, todo vale. Su lema se centraría en una máxima maquiavélica donde los medios, cualquiera que sea su naturaleza, vendrían justificados por las finalidades. Los medios de comunicación tienen una labor clave como instrumento de transmisión de conocimientos y reglas de convivencia. Cuando existen individuos que trasgreden las fronteras éticas, emborronan los objetivos más nobles y se convierten en hilo conductor de los contravalores. Igualmente, el “no actuar” de forma contundente por parte de cargos directivos y responsables (cadenas, emisoras, periódicos, redes sociales…) para que no se atente contra la integridad de las personas, es como mínimo un espaldarazo a la hipocresía moral y un alzamiento de la desvalorización sin sentido y gratuita. No es lo mismo defender la libertad de expresión que atacar indiscriminadamente, sin ningún tipo de cortapisas, con el fin único de ser tema de tendencia. Aquí lo “viral” es la causa y las consecuencias de tres locutores minaditos de prejuicios. Flaco favor les han hecho a quienes se dedican al periodismo o simplemente al difícil arte del “humor”. No tiene gracia alguna crear “subcategorías” de comunidades autónomas, ciudades, deportes o ciudadanía. Lo realmente grave es que hayan intentado mofarse contra la discapacidad, el Trastorno del Espectro Autista o el Síndrome de Asperger. Estas “situaciones” no son el problema. Lo es la falta de respeto, las fobias de una “minoría” con ínfulas de mayoría o de “normalidad” y la terrible necesidad de subir la audiencia y destacar aunque sea a través de la contra publicidad. Para ellos, que no recuerdan lo que es la ética, ha sido secundario el impacto y sufrimiento de familiares y personas con discapacidad o en situación de dependencia. Al igual que han ninguneado la perspectiva de género y el sentido de pertenencia a un territorio o comunidad. A nivel político, aunque es lógica la salvaguarda de los intereses locales, es necesario la promoción y protección a ultranza de la diversidad y la integración. Ya que este cúmulo de despropósitos se ha propagado, también deberíamos participar de las manifestaciones de indignadas/os y de entidades sin ánimo de lucro (asociaciones, fundaciones, organizaciones no gubernamentales…) que llevan luchando décadas por extender los derechos, denunciar la discriminación o reivindicar servicios, prestaciones y recursos de calidad, para quienes el propio contexto les ha enviado a la “periferia”. En alusión a lo que uno de los comentaristas expresa sobre lo que tiene “mérito”, responderle que lo que no lo tiene es incendiar las plataformas, crear polémica, burlándose de otras personas y colectivos. Trabajar en medios de comunicación desde unos criterios mínimos y siguiendo unas buenas prácticas conlleva que en cada jornada laboral se eliminen opiniones basadas en la desigualdad y en las descalificaciones estereotipadas. Tenemos que concienciarnos y no es posible aprobar conductas que denigren al resto, sólo por unos minutos de protagonismo amarillento. Por eso, a partir de ahora, podríamos cuestionarnos qué es conveniente “seguir” o “desatender”. Especialmente, para que no tengan proyección quienes suben a costa de pisar la dignidad de las/os demás.
Eutopía
No todo vale
Para quienes no tienen escrúpulos, todo vale. Su lema se centraría en una máxima maquiavélica donde los mediosvendrían justificados por las finalidades
Eutopía
Activista Feminista. Compañera partícipe de la Defensa de los Derechos Humanos y Movimientos LGTBIQ
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