El turno de renovar la cúpula del PP a nivel provincial ha zarandeado en las últimas semanas la llamada a la cohesión y la unidad que se había esforzado en transmitir su líder regional, Juanma Moreno, desde que la victoria en escaños en las elecciones generales del 26 de junio desató entre sus filas el optimismo de alcanzar por fin la meta mil veces negada al partido: el Gobierno de la Junta. En un cónclave con su Junta Directiva Regional apenas una semana después de aquella cita en las urnas ya alertó de que debían remar juntos pese a las discrepancias y volvió a repetirlo en febrero. Entonces lo que se pulía era el Congreso Regional de marzo en Málaga que fue un paseo militar hacia su reelección pero que anticipaba tempestades a menor escala tras aquella calma.
“Unidad no es no poder discrepar, no es no opinar. Os invito pues a todos a opinar libremente”, proclamó entonces Moreno y parece que sus líderes provinciales se lo han tomado en serio. Tanto, que en las citas que se sucederán en cascada desde finales de mayo en las ocho provincias habrá auténticas batallas fratricidas. En cuatro provincias (Sevilla, Granada, Córdoba y Jaén) se ha frustrado ya, de arranque, el escenario ideal de que tan sólo concurriese una lista. En el resto (Cádiz, Málaga, Almería y Huelva) la contestación interna se ha aplacado o casi no existe y todo parece atado. En el primer grupo, sin embargo, Juanma Moreno se juega parte de la autoridad que se había labrado en la cita regional. Su desembarco en 2014, hace ahora algo más de tres años, llegó de la mano de un ímpetu renovador que algunas figuras sagradas del partido se han resistido a facilitarse.
A Moreno le ha pesado la figura de Juan Ignacio Zoido y su conexión madrileña con Dolores de Cospedal, o incluso el poder que sigue ejerciendo el siempre incombustible Javier Arenas. Moreno ha sabido sin embargo en el último mes desembarazarse de dos pesos pesados que querían repetir en sus territorios y a los que la dirección nacional de Génova ha dado carpetazo sirviéndose de la nueva norma de incompatibilidades. Los secretarios de Estado Jose Enrique Fernández de Moya y José Antonio Nieto apuran así mandatos en Jaén y Córdoba y sus voces críticas quedarán en breve silenciadas.
En esos dos territorios es precisamente donde los relevos abren las primeras batallas. Moreno ha optado por guardar silencio y prefiere silenciar, al menos en público, sus preferencias. En Córdoba el poder tendrá que decidirse entre Adolfo Molina, de quien habla bien el líder regional, y Rosario Alarcón. En Jaén hubo renuncia a última hora de Miguel Ángel García Anguita tras la llamada al orden de la dirección regional, pero aún compiten el alcalde de Santisteban del Puerto, Juan Diego Requena, la voz del saliente Fernández de Moya, y Miguel Moreno, alcalde de Porcuna.
Sin tregua
Granada y Sevilla auguran sonoras broncas. En la primera ha habido incluso amenazas entre los candidatos y peticiones de suspensión del cónclave que la organización se ha negado a atender. Allí compiten el actual presidente, Sebastián Pérez, con toda una demostración de fuerza en la recogida de avales; el concejal de la capital Juan García Montero, cercano al defenestrado exalcalde José Torres Hurtado y denunciante de supuestas agresiones rivales; y la portavoz municipal de Peligros, Carmen Castillo.
Sevilla, con una grave fractura interna cerrada en falso en junio, escenifica también la guerra entre el presidente actual, Juan Bueno, y quien fuera su secretaria general, Virginia Pérez, la más cercana a Moreno Bonilla.
La esperanza aún de eliminar candidatos
Las dobles e incluso triples candidaturas en las cuatro provincias donde han fracasado las listas unitarias podrían esfumarse cuando acabe el plazo de verificación de todos los avales. Los estatutos del PP andaluz fijan que si uno de los aspirantes recibe más de la mitad de los apoyos y supera en un 15% al resto sería el único que avanzara hacia el congreso final, donde la elección sería ya un mero trámite... y un respiro para Juanma Moreno.