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Jueves 19/09/2024
 
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La tribuna de El Puerto

13 horas

Michael Bay rescata en su último trabajo una de esas historias reales que se pierden tras los noticiarios durante la sobremesa, quizás porque nos tranquiliza pensar que todos esos conflictos nos pillan demasiado lejos

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Michael Bay rescata en su último trabajo una de esas historias reales que se pierden tras los noticiarios durante la sobremesa, quizás porque nos tranquiliza pensar que todos esos conflictos nos pillan demasiado lejos.

La película, en concreto, narra los hechos acontecidos en 2012 durante el primer aniversario tras el 11-S en Bengasi, Libia, una de las ciudades más peligrosas del mundo, donde un consulado Estadounidense y un anexo secreto de la CIA fueron brutalmente atacados por causas aún ambiguas. Cuatro americanos, incluyendo al embajador estadounidense, perdieron la vida.

Toda la confusión que rodea a los orígenes del asalto se ve reflejada en el film, centrado en la figura de un equipo de seis SEALs que trabajaba en el complejo secreto de la CIA. Ni ellos mismos son capaces de diferenciar a los componentes de la coalición local del 17 de Febrero, creada para servir de apoyo los estadounidenses, de los asaltantes hostiles, ya que ambos grupos carecían de uniformes. “¿Esperamos amigos?” pregunta constantemente el SEAL interpretado por Pablo Schreiber. La mayoría de las veces la respuesta es negativa.

La dirección de Bay explota al máximo la tensión inoculada durante el primer tercio del film, hasta que todo estalla con un vistoso manejo de la cámara y una excelente edición de sonido en un vertiginoso infierno de disparos, sangre, y fuego, en el que los vecinos de Bengasi actúan como si la rutina de la guerra se hubiese apoderado ya de un pueblo tristemente acostumbrado a vivir en las tinieblas de la desorganización política y social, y en cuyos mercados las armas se venden como si de fruta se tratase.

Como en una especia de “Álamo” del 2012, el equipo de SEAL acaba sitiado en el anexo de la CIA a la espera de una ayuda que nunca llega, convirtiendo estas 13 horas de conflicto en una auténtica película de terror con pinceladas de western bélico, recordando a “Assault on Precinct 13” (1976) del maestro Carpenter.

Si John Wayne fue acusado de racista por la visión superficial que se hacía del pueblo Indio en sus películas, Michael Bay también se abstiene de crear un mínimo de empatización con el pueblo Musulmán, y en ocasiones se deja llevar por la emoción haciendo tambalear ciertos límites estructurales del film como cuando sobreexpone la vida familiar de los SEALs o cuando cae en la metáfora fácil y el patriotismo innecesario, algo que está aprovechando el precandidato republicano a la presidencia Donald Trump, que ya se ha encargado de realizar actos de campaña con algunos de los protagonistas reales de esta terrible pesadilla. Quizás hayan olvidado que todos los dioses, todos los cielos y todos los infiernos siguen estando en nuestro interior.

Para leer más sobre cine puedes visitar mi blog elmurodedocs portello.wordpress.com

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