En su décima edición ya están en marcha los presos andaluces que se acercan por el Coto a la peregrinación del Rocío. Encarcelados de distintos lugares andaluces que buscan quizá el consuelo que el corazón humano no les dio en su día, o la curación con que la terapia humana no fue capaz de tocarles, o quizá la esperanza que la justicia humana les birló truncando sus sueños.
Habría que hablar de cómo la sociedad tendría que dar más oportunidades para que rectifique la gente. Somos muy dados a condenar a uno que se ha portado mal –asesinato, robo, estafa, abuso,…– y no pensamos que esa persona puede haber rectificado después del castigo que supone la falta de libertad física. No pensamos frecuentemente que cualquiera de nosotros dejado de la mano de Dios puede dar con los huesos en una prisión. La mentalidad rigurosa sin opción a indulto sobre el que ha practicado el mal, es una mentalidad farisaica y cruel. Es un error. A veces escuchas a personas decir: “Si lo ha hecho que lo pague”. Bien, que lo pague, pero si se arrepiente habrá que perdonarlo, reinsertarlo, aunque en el pasado haya sido un “bicho”.
Muchas personas parecen olvidar que Cristo vino para los enfermos y no para los sanos, y dijo que teníamos que perdonar siempre, hasta setenta veces siete.
A veces olvidamos la parábola del fariseo y el publicano, cómo éste se mantenía a distancia, no se atrevía ni al levantar sus ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo “¡Dios, compadécete de mí, que soy pecador!”. A veces nos parecemos más al fariseo sentado en primera fila que mira con desdén a los malos.
La película española Horas de luz recoge la historia real de una persona que comete triple asesinato (Garfia) y es rescatado vitalmente por el amor de la enfermera de la prisión (Marimar). Refiriéndose a esta cinta escuché al periodista Jiménez Losantos condenar a este preso de manera irrevocable desde lo más pétreo de su corazón. Por mucho amor que tuviera, venía a decir, tenía que pagar lo que había hecho. No me extraña que a este periodista le hayan quitado el programa de la Cope porque con su visceralidad no es capaz de ayudar a sus oyentes, más bien les crea una cárcel en la que caen muchos, prisioneros de su violencia radical.
Porque el amor es capaz de transformar a las personas, de darles esa motivación suficiente para cambiar de vida.
La imagen de los 39 presos que peregrinan este año a la ermita almonteña es el reflejo de una madre que ama a su hijo por encima de todo lo canalla que pueda ser.
En la explanada de la Blanca Paloma se concentra mucha gente, hay de todo, buenos y malos, devotos y fanáticos, humildes y engreídos. Todos gritan a una “viva la Madre de Dios”. Todos buscan un consuelo, una medicina, una esperanza.
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