Ramón Aguillo es consiliario en su hermandad, su hermano mayor lo eligió para ello al calor de la barra de la taberna que hacía esquina en la plaza de la parroquia, le dijo que le tenía un sitio en su junta, siendo su primo era lo normal. Una tarde de Noviembre juró su cargo como consiliario, Ramón aún desconoce en que consiste su cargo como tal, pero sabe que ha adquirido una responsabilidad en su hermandad y que su familia se lo demanda.
Él sabe que ya no es aquel chaval del grupo joven que siempre destacó en los campeonatos de cultura cofrade y en las convivencias con hermandades por sus chistes verdes, él sabe que ahora tiene que centrarse.
Por eso no deja pasar el día en que no acude a su hermandad a tomarse algo con sus hermanos, Ramón es de buen comer y así lo atestiguan sus trajes de tallas especiales o el pañuelo que siempre usa secando su sudor.
Ramón no sale en su cofradía, el se queda sentado en las sillas de Sierpes viendo pasar una tras otra las de cada día además de la suya. Tiene un buen colmillo, fruto de su buen comer, y sabe sacarle punta a todo lo que pasa por allí con su ironía mordaz, sus chistes cofrades y su risa escandalosa que contagia a todos.
Hoy Ramón tiene una convivencia de las hermandades de la jornada, acude a la taberna que hay frente por frente a la Iglesia donde se celebra la eucaristía y toma varias tapas remojadas en cebada, se asoma al dintel del templo en cuanto ve salir a los fieles y bromea con los conocidos hasta que consigue a dos de ellos para sus charlas de nuevo en la taberna mientras el conferenciante participa en el interior del templo sobre el papel de las Juntas de Gobierno en las hermandades modernas.
Alguien le hace un gesto a Ramón para que se dé prisa en entrar al ágape fraterno de las cofradías del día, ramón ya va comido, pero aún tiene temas por tratar entre el adobo, la pescada y el choco. Se ríe, bromea sobre la lluvia, las mujeres costaleros, los izquierdos de un misterio, las chicas del Domingo de Ramos y las filtraciones del consejo.
Entre risas, se ha comido el papelón de croquetas el solo, además de 5 botellines más, vuelve a su casa andando, se despeja y piensa, que buen trabajo que hace por su hermandad, y cuan acertado estuvo su primo al llamarle…
Ramón mañana va a su hermandad, de nuevo, pero su templo lo tiene enfrente, en su taberna y a su titular suele verlo en el fondo de un plato…