El tiempo en: Galicia
Lunes 25/11/2024
 
Publicidad Ai
Publicidad Ai

La tribuna de Viva Sevilla

Lucy: ¿Sólo usamos el 10% de nuestro cerebro?

Este mito surgió a principios de 1900, y como otros muchos, han caído gracias a los avances en neurociencia, ayudada en gran medida por las técnicas de neuroimagen, que permiten observar el cerebro «en vivo y en tiempo real». Ninguna zona carece de función ni está permanentemente inactiva.

Publicidad Ai
Publicidad AiPublicidad Ai

La película de Luc Besson arrasa en las taquillas y ya se encuentra entre las que más beneficios han dejado a su director. La protagonista, interpretada por Scarlet Johansson, se ve envuelta en una trama de narcotráfico para sacar de Taiwan una nueva droga que le insertan quirúrgicamente en el abdomen y que tras romperse y pasar a la sangre hace que Lucy pueda utilizar el 100% de su cerebro.

Pero la realidad es que son pocos los datos científicos que aparecen en la película, más allá de lo que expone el profesor Samuel Norman (interpretado por Morgan Freeman): “Unos cien mil millones de neuronas, con unas tres mil conexiones por célula, suponen 100 billones de sinapsis en nuestro cerebro. Un número superior al de estrellas en la galaxia”.


Pero… ¿utilizamos solo el 10% de nuestro cerebro?. La respuesta es no. Este mito surgió a principios de 1900, y como otros muchos, han caído gracias a los avances en neurociencia, ayudada en gran medida por las técnicas de neuroimagen, que permiten observar el cerebro «en vivo y en tiempo real». Además, el uso de estas técnicas demuestran que ninguna zona del cerebro carece de función ni está permanentemente inactiva, ni siquiera mientras dormimos. Incluso durante el sueño el cerebro lleva a cabo tareas tan importantes como consolidar la memoria.


Lo que sí se ha podido comprobar es que cuando existen partes del cerebro deterioradas por diversas causas el resultado es un peor funcionamiento. No parece que haya nada que sobre o que no se utilice. Es más, en la naturaleza todo tiene una razón de ser, una función, aunque a veces no la sepamos.


Otros aspectos no son correctos. Los recuerdos lejanos (cuando tenía menos de un año de vida) no son posibles ya que a esas edades existe una elevada neurogénesis (creación de nuevas neuronas) a un ritmo que impide la creación de redes neuronales estables que permitan la recuperación de recuerdos. Otro ejemplo son los sentidos potenciados que manifiesta Lucy, que existen cuando se ingieren algunas drogas alucinógenas como el LSD y que también podrían ser atribuibles en el caso de Lucy a la droga ingerida más que a un “mejor uso de su cerebro”.


Por otro lado la evolución también parece darnos la razón ya que el cerebro ha evolucionado hacia una especialización y optimización de las distintas regiones cerebrales que se han traducido en un aumento de tamaño de la corteza cerebral, lo que nos ha llevado a los humanos a tener una cabeza muy grande que dificulta el parto. Otra razón importante  es que el cerebro, con su kilo y medio de peso, supone el 2% del peso corporal. Pero consume nada menos que el 20% de la energía del organismo. Mantener el 90% de sus células inactivas tendría un coste desmesurado desde el punto de vista evolutivo.


En el cerebro no todo está conectado con todo. La consciencia y el control voluntario conectan sólo con algunas funciones que, una vez aprendidas, se automatizan y se hacen subconscientes, liberando esos recursos para otras funciones. Dicho de otra forma, el cerebro es un órgano dinámico, en continuo cambio, estableciendo conexiones nuevas o eliminando las que no son necesarias, o creando neuronas, determinando lo que actualmente se denomina neuroplasticidad y que nos permite actualmente potenciar ciertas actividades cognitivas como la memoria, la atención, el lenguaje, la toma de decisiones, etc, mediante la utilización de distintas técnicas como, por ejemplo, los “juegos” por ordenador o la estimulación magnética transcraneal.


Besson anda en la cuerda floja que separa la realidad teórica de la imaginación, pero no podemos negar que al hablar de cifras (cantidad de células en el cerebro, número de señales que produce una célula cada segundo, etc), imprime una dinámica fascinante a la historia. Lógicamente, cuanto más avanza la película, más se ficcionaliza, manteniendo un ritmo trepidante.

TE RECOMENDAMOS

ÚNETE A NUESTRO BOLETÍN